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Columna: Powell traicionó sus valores una vez. Los republicanos que apoyan a Trump no tienen ya ningún valor que traicionar

Colin Powell in 2006 with flag behind him
Colin Powell nunca confundió ser republicano con ser partidario de Trump.
(Vincent Michel / Associated Press)

La carrera de Colin Powell es instructiva, no solo por su vida de servicio, sino también por su error al aplazar a los halcones de la administración Bush

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Colin L. Powell tuvo una vida extraordinaria: un hijo de inmigrantes que salió del Bronx para liderar a Estados Unidos tanto en las armas como en la diplomacia, el primer estadounidense negro en ser asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, jefe del Estado Mayor Conjunto y secretario de Estado. En su muerte es justamente aclamado - excepto por lo que él llamó “una mancha” en su historial.

Esa mancha, tal y como la describió Associated Press, fue descrita en alto en sus obituarios. Y los “líderes” republicanos de hoy deberían prestar atención al contemplar sus propios epitafios.

Powell, como primer secretario de Estado del presidente George W. Bush, aceptó en 2003 convertirse en el vendedor internacional de la administración para la guerra contra Irak. Él y sus asesores habían dudado de los informes de inteligencia que afirmaban que Saddam Hussein estaba construyendo un arsenal de armas de destrucción masiva, y desconfiaban del belicista vicepresidente Dick Cheney y del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Sin embargo, Powell siguió adelante con su ahora famoso discurso televisado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras muchos de los que le cubrimos nos encogíamos de hombros, sin estar convencidos de que la información que estaba divulgando, le convenciera incluso a él.

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Dos años más tarde, después de que se demostrara que la información era errónea y que las tropas estadounidenses estaban muriendo en un atolladero, Powell reconoció su “doloroso” papel en el inicio de una guerra bajo falsos pretextos. “Es una mancha”, dijo a Barbara Walters en una entrevista con ABC News, y “siempre formará parte de mi historial”.

A pesar de haberse vacunado contra el COVID-19, Colin Powell seguía siendo vulnerable al virus debido a su avanzada edad y a sus antecedentes de cáncer

Casi una generación después, los funcionarios republicanos de Washington y de los estados no muestran tal autoconciencia y contrición, ya que se han dejado arrastrar por las presiones políticas imperantes. Siguen negando, excusando y normalizando la amenaza a la democracia que supone Donald Trump y su Gran Mentira sobre robo de las elecciones. Contribuyen, o como mínimo consienten, a socavar gran parte de la fe de la nación en las elecciones. Y la mayoría de estos republicanos no creen realmente en lo que dicen, y menos al apoyar a un hombre al que muchos de ellos desprecian. Así lo reconocen en privado.

Powell condenó a Trump desde el principio como “una desgracia nacional y un paria internacional”, y con el tiempo se convenció aún más de la incapacidad del hombre para el cargo, y lo dijo. A diferencia de él, los facilitadores y aduladores republicanos del expresidente -los senadores Lindsey Graham, de Carolina del Sur; Ted Cruz, de Texas; Charles E. Grassley, de Iowa, y muchos más, han tratado de olvidar sus propias dudas contra Trump. Les prometo, sin embargo, que los escritores de obituarios resucitarán esas palabras y documentarán sus cobardes retrocesos. Entre las citas condenatorias de antes de que estos hombres tuvieran sus conversiones a favor del exmandatario: Trump es “un intolerante religioso xenófobo y racista” (Graham) y “un mentiroso patológico” que es un “narcisista totalmente amoral” (Cruz).

Esas palabras eran ciertas cuando se pronunciaron hace más de cinco años, y siguen siendo más ciertas que nunca, validadas muchas veces por el comportamiento de Trump tanto en el cargo como en su condición de mal perdedor, el primer presidente de la historia de Estados Unidos que se niega a reconocer su derrota electoral y a permitir el traspaso pacífico del poder. Sin embargo, los líderes republicanos son cómplices de su asalto a las elecciones, tanto por sus actos -”auditorías” falsas, exageraciones flagrantes de las “irregularidades” de 2020, leyes estatales para suprimir los votos y, como en la elección de revocación del gobernador de California, reclamaciones preventivas de fraude incluso antes de que se den los resultados.

Si esta tendencia continúa debilitando los fundamentos de la democracia, de modo que los estadounidenses ya no acepten un resultado electoral con el que no están de acuerdo -lo que ya describe a la mayoría de los republicanos-, los líderes del Partido Republicano tendrán algo peor que manchas en su historial. Sus errores no serán excepciones a un servicio por lo demás loable. La mancha definirá sus legados.

Para leer esta nota en inglés haga clic aquí

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