Kareem Abdul-Jabbar: ¿No entiende las protestas? Lo que vemos es gente llevada al lÃmite
La principal preocupación de los negros en este momento no es si están a tres o seis pies de distancia, sino si sus hijos, maridos, hermanos y padres serán asesinados por la policÃa.
¿Cuál fue su primera reacción al ver el video del policÃa blanco con una rodilla sobre el cuello de George Floyd, mientras éste gritaba “No puedo respirarâ€?
Si usted es blanco, probablemente murmuró un horrorizado “Oh, Dios mÃoâ€, mientras sacudÃa la cabeza ante la cruel injusticia. Si es negro, posiblemente se haya levantado de un salto maldiciendo, quizá arrojado algún objeto (ciertamente uno siente necesidad de arrojar algo), mientras gritaba: “¡@ # $%! ¡No otra vez!â€.
Y luego tal vez recordó a los dos justicieros blancos acusados de asesinar a Ahmaud Arbery mientras corrÃa por su vecindario, en febrero pasado, y por el hecho de que si no hubiese sido por ese video que apareció hace unas pocas semanas, se habrÃan salido con la suya.
También cómo esos policÃas de Minneapolis afirmaron que Floyd se habÃa resistido al arresto, pero el video de una tienda mostró que no era cierto. Además el policÃa arrodillado sobre el cuello de Floyd no era el estereotipo de un pueblerino enfurecido, sino un oficial matriculado que parecÃa sentirse con derecho a hacerlo el cual lucÃa tranquilo y falto de piedad: la encarnación del mal.
Un miembro del consejo de negocios dice que el saqueo durante las protestas en el centro de L.A. dañarÃa desproporcionadamente a la clase trabajadora y a la gente de color.
Tal vez piense también en esa Karen de Central Park que llamó al 911 alegando que el hombre negro que le habÃa pedido que llevara a su perro con correa la estaba asustando.
O en la estudiante de posgrado negra de la Universidad de Yale, que mientras dormÃa la siesta en la sala común de su dormitorio fue denunciada por otra alumna blanca. Porque uno se da cuenta de que no se trata sólo de un supuesto “criminal negroâ€, sino de todo el espectro de rostros negros, desde Yonkers hasta Yale.
Uno comienza a preguntarse si todas las personas negras deberÃan llevar cámaras corporales, en lugar de los policÃas.
¿Qué ve usted cuando observa a los manifestantes negros enojados, que se agolpan fuera de las estaciones de policÃa con los puños en alto?
Si es blanco, puede pensar: “Ciertamente no cumplen con el distanciamiento socialâ€. Luego advierte las caras negras que saquean Target y entonces reflexiona: “Bueno, eso perjudica su propia causaâ€. Más tarde ve la estación de policÃa en llamas y desaprueba: “Esto hace retroceder la causaâ€.
No está equivocado, pero tampoco está en lo cierto. La comunidad negra está acostumbrada al racismo institucional inherente en la educación, el sistema de justicia y el ámbito laboral. Y a pesar de que hacemos todas las cosas convencionales para aumentar la conciencia pública y polÃtica al respecto -escribir piezas eruditas y perspicaces en The Atlantic, explicar la continua devastación en CNN, apoyar a los candidatos que prometen un cambio- la aguja apenas se mueve en pos de un cambio.
Pero el COVID-19 expuso abiertamente las consecuencias de todo ello, dado que los negros morimos a un ritmo significativamente más alto que los blancos, somos los primeros en perder nuestros trabajos y observamos con impotencia cómo los republicanos intentan evitar que votemos. Justo cuando el sórdido punto flaco del racismo institucional queda expuesto, parece que hubiera iniciado la temporada de caza de negros.
Si existiera alguna duda, los recientes tuits del presidente Trump confirman el espÃritu nacional con el término que empleó para referirse a los manifestantes -“matonesâ€- y su consideración de los saqueadores como blanco justo de las balas.
SÃ, las protestas a menudo sirven como excusa para que algunos se aprovechen, al igual que cuando los fanáticos que celebran el campeonato de un equipo deportivo queman autos y destruyen escaparates. No quiero ver tiendas saqueadas ni edificios incendiados. Pero los afroamericanos llevan años viviendo en un edificio en llamas, se ahogan con el humo a medida que el fuego arde cada vez más cerca.
El racismo en Estados Unidos es como el polvo en el aire; parece invisible, incluso si uno se está asfixiando, hasta que se deja entrar el sol. Entonces queda claro: está en todas partes. Mientras sigamos poniendo luz allÃ, tendremos la posibilidad de limpiar ese polvo donde sea que caiga. Pero debemos estar atentos, porque está siempre en el aire.
Entonces, tal vez la principal preocupación de la comunidad negra en este momento no sea si los manifestantes están parados a tres o seis pies de distancia entre sÃ, o si algunas almas desesperadas roban camisetas o incluso incendian una estación de policÃa, sino si sus hijos, esposos, hermanos y padres serán asesinados por policÃas o por justicieros sólo por salir a caminar, a trotar, pasear.
O si ser negro significa refugiarse en casa por el resto de sus vidas, porque el virus del racismo que infecta al paÃs es más mortal que el COVID-19.
Lo que se debe ver al observar a esos manifestantes negros en la era de Trump y el coronavirus es a personas llevadas al lÃmite, no porque desean la reapertura de los bares y salones de belleza, sino porque quieren vivir, respirar.
Lo peor de todo es que se espera que justifiquemos nuestra indignación cada vez que el caldero explota. Hace casi 70 años, Langston Hughes preguntó en su poema “Harlemâ€: “¿Qué sucede cuando el sueño es diferido?/... Tal vez se hunde/como una carga pesada/¿O es que explota?â€.
Hace 50 años, Marvin Gaye cantó en “Inner City Bluesâ€: “Me dan ganas de gritar/por la forma en que me hacen vivirâ€. Y hoy, a pesar de los apasionados discursos de lÃderes bien intencionados, tanto blancos como negros, siguen queriendo silenciar nuestra voz, robarnos el aliento.
Entonces, lo que usted observa en esos manifestantes negros depende de si vive en ese edificio en llamas o si lo está viendo por televisión, con un tazón de papas fritas sobre su regazo, esperando que comience el episodio de “NCISâ€.
Lo que yo deseo ver no es una estampida de juicios apresurados, sino una avalancha de justicia.
Kareem Abdul-Jabbar, galardonado con la Medalla Presidencial de la Libertad y máximo marcador de la NBA, es autor de numerosos libros, incluido el más reciente “Becoming Kareem: Growing Up On and Off the Court†(Convertirse en Kareem: crecer dentro y fuera de la cancha).
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