Qué tienen que ver los antiguos romanos con el gigante tecnológico Apple
REDACCION/BBC MUNDO — En lugar de pensar en los romanos como grandes inventores, tal vez una analogía más apropiada sería considerarlos como la multinacional tecnológica Apple de su tiempo.
Apple no inventó el teléfono inteligente, ni creó el primer sistema para descargar música en internet y las tabletas electrónicas estuvieron presentes por más de una década antes de que el iPad saliera al mercado.
Lo que la multinacional estadounidense hizo fue tomar conceptos existentes y desarrollarlos de formas que no se habían hecho antes.
Y los romanos hicieron exactamente lo mismo: tomaron ideas, las optimizaron y pasaron a la historia.
Los ejemplos son muchos, y aquí te tenemos algunos de ellos.
Las carreteras
En el siglo V a.C., el rey Darío de Persia ordenó la construcción del Camino Real Persa para facilitar una comunicación rápida a través de su extenso imperio que abarcaba desde Susa (en el suroeste de la actual Irán) hasta Sardes (la actual Sart, en la provincia turca de Manisa).
Se extiende por unos 2.600 kilómetros, pero no todo estaba pavimentado, ni es recto.
El camino adoquinado más antiguo está en una cantera egipcia y tiene alrededor de 4.600 años.
Los romanos reconocieron el potencial en estas primeras rutas, por lo que tomaron prestada la idea y la mejoraron.
En la cima del imperio romano había 29 carreteras militares que irradiaban de la capital, con 113 provincias interconectadas por 372 carreteras, casi 400.000 kilómetros en total.
En ese momento, y en los años venideros, era el imperio mejor conectado que el mundo había visto jamás.
Los caminos rectos y pavimentados mejoraron la comunicación, el comercio y el movimiento de los ejércitos. Sin embargo, también eran caros de construir y mantener.
Solo el 20% de las vías romanas estaban pavimentadas en piedra, lo que significa que el 80% eran caminos de tierra o estaban cubiertos solo de grava, que se degradaba durante los meses de invierno.
Incluso los caminos de piedra no siempre fueron tan buenos.
En las tabletas de Vindolanda, una suerte de postales escritas en pedazos de madera y descartadas en un fuerte romano en el Muro de Adriano —una construcción defensiva levantada en los años 112-113 en la isla Britania, hoy territorio de Reino Unido—, es interesante leer las quejas sobre el estado de las carreteras por las que viajaban los soldados, demostrando que el mantenimiento no era siempre una prioridad.
2. Los romanos (más o menos) inventaron el concreto
Hay una forma de concreto que se produce naturalmente, por lo que técnicamente es anterior a los humanos.
Descartando esa, alrededor del 1200 a.C. los micénicos construyeron suelos de concreto. E independientemente, los beduinos en el norte de África también crearon su propio hormigón antes de la época romana.
Sin embargo, fueron los romanos los que utilizaron ese material, hecho de una mezcla de agua, cal viva, arena y ceniza volcánica, de forma extensa y consistente desde alrededor del año 300 a.C., hasta la caída de Roma en el siglo V d.C.
De hecho, nuestra palabra “concreto” proviene del latín concretus, que significa “compacto”. Irónicamente, los romanos no usaron la palabra latina concretus; lo llamaron opus caementicium.
Los romanos se dieron cuenta de que construir arcos y cúpulas usando un material líquido de secado rápido era mucho más fácil que tratar de lograr las mismas características en ladrillo o piedra.
También era mucho más barato y rápido que construir una gran estructura de mármol sólido.
Además, fueron los romanos quienes desarrollaron la idea de hacer un armazón en concreto, antes de revestirlo con piedra.
El Coliseo en Roma es un ejemplo de una gran estructura romana, principalmente de hormigón.
El emperador Augusto dijo: “Encontré Roma una ciudad de ladrillos y la dejé como una ciudad de mármol”.
Si bien esta es una gran frase que resalta sus logros como emperador, olvidó del material de construcción romano más importante de todos: el concreto.
3. Los romanos eran los maestros de la guerra de asedio
Los romanos no inventaron la guerra de asedio, pero ciertamente la dominaron.
Es justo decir que si las legiones romanas llegaban a una ciudad o fuerte enemigo, los defensores estaban en desventaja, sin importar cuán altos o cuán gruesos fueran sus muros.
Junto a las tácticas brutales, los romanos tenían una serie de armas para llevar a un asedio a una conclusión exitosa.
Una de estas herramientas mortales era una balista (lo que el mundo moderno llamaría una catapulta), que arrojaba piedras o, a veces, vasijas de fuego griego, el antiguo equivalente del napalm.
Dependiendo de las circunstancias, las balistas también podrían montarse en buques de guerra.
Los romanos eran ingenieros excepcionales que normalmente podían determinar los puntos débiles en los muros de los defensores y no cesaban de golpearlos hasta que cayeran.
Una versión posterior de la balista se llamaba onager, y hacía más o menos el mismo trabajo pero era más barata y fácil de construir.
El escorpión, por otro lado, era como una versión grande de una ballesta. Podría disparar flechas a largas distancias (fuera del alcance de los arqueros enemigos) y fue diseñado para matar a los defensores despistados en las murallas de la ciudad.
Otra arma compleja y temible era la torre de asedio.
Esta torre de madera móvil, diseñada para ser rodada hasta los muros del enemigo, permitía a las tropas que iban dentro descender sobre los defensores enemigos.
Aunque construir las torres de asedio tomaba tiempo, lo que le posibilitaba a los defensores ver lo que se venía y preparar un contraataque, rara vez fallaban.
Y si con todo esto no conseguían su cometido, usaban un ariete contra las puertas de los defensores. Estos arietes estaban protegidos con cueros de vaca húmedos para evitar que los defensores los quemaran.
Una vez que los muros enemigos se agrietaban, los soldados romanos avanzaban en una formación de testudo (tortuga).
Eso implicaba cubrir sus cabezas con sus escudos rectangulares, con otros escudos protegiendo sus partes frontal y lateral.
Tal formación absorbía flechas y rocas pequeñas, dándole a los hombres un valioso tiempo para llegar a la brecha relativamente ilesos.
6. Una cosa que los romanos definitivamente inventaron
Después de todos estos ejemplos de romanos mejorando ideas existentes en lugar de inventar nuevas, aquí hay una que fue genuinamente original.
El primer alfabeto reconocible, y por lo tanto escrito, se desarrolló en la antigua Babilonia alrededor de 3.100 a.C. Esta escritura se hizo en tabletas de arcilla, que no era el formato más portátil para la literatura escrita.
Los egipcios dieron un salto adelante con el papiro, unas láminas finas hechas con la médula de la planta de papiro. Con este material el conocimiento podía conservarse en rollos, que eran más fáciles de transportar, aunque aún voluminosos.
El papel en sí fue inventado en China a fines del siglo I d.C., pero no llegó a Europa sino hasta después de la caída del Imperio romano occidental.
Casi al mismo tiempo que el papel se estaba inventando en China, los romanos inventaron el códice.
Por primera vez, hojas de un tamaño uniforme se unieron a lo largo de un borde, entre dos cubiertas protectoras más grandes y más fuertes.
Fue así como nació el libro.
Por primera vez, grandes cantidades de información escrita podían concentrarse en un volumen altamente transportable.
Esa se convertiría en la forma estándar de escribir y almacenar información hasta el surgimiento del libro electrónico 1.900 años más tarde.
A través del imperio (tanto durante como después de la era romana), el libro se convirtió en el formato estándar para la escritura.
La palabra “biblia” es una variación de la palabra griega para “los libros” (ta biblia).
La invención del libro facilitó y mejoró el intercambio de ideas complejas, incluyendo todo, desde el Cristianismo hasta los anales sobre los emperadores.
*Jem Duducu es el autor de “Los romanos en 100 hechos” (2015).