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Editorial: Por qué Trump maltrata a Jeff Sessions

Ha sido obvio, al menos desde que el presidente Trump despidió al exdirector del FBI, James B. Comey -una decisión impactante que se tomó con ‘la cuestión rusa’ en mente- que el primer mandatario puede llegar a extrañas y desesperadas medidas ante la investigación del FBI sobre los posibles lazos entre su campaña presidencial y Rusia.

Ahora, la aversión de Trump a la investigación que ha erróneamente calificado como “una caza de brujas”, lo ha llevado a criticar ferozmente a su procurador general, Jeff Sessions. El martes, el presidente continuó con el ataque, que puede considerarse un preludio de su despido o un intento de humillarlo para que renuncie.

Cualquiera de ambos resultados haría más fácil para Trump diseñar el despido de Robert S. Mueller III, el exdirector del FBI que lidera la investigación sobre la intromisión de Rusia en las elecciones del año pasado, las conexiones entre ese país y la campaña de Trump y “cualquier asunto que surja o pueda surgir de la investigación”, incluyendo, muy posiblemente, las transacciones financieras que involucran a Trump y su familia.

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Los esfuerzos en curso de Trump para impedir la investigación a través de amenazas públicas y privadas y la acción irresponsable son profundamente inapropiados, como mínimo. También constituyen una prueba de carácter para los miembros republicanos del Congreso, que deben dejar en claro al mandatario que ir a por Sessions como una forma de sacar por la fuerza a Mueller tendrá consecuencias.

Este martes, en una serie de tuits, Trump minimizó al procurador general quien, como senador de Alabama, fue uno de sus primeros y más firmes partidarios políticos. En la mañana, tuiteó: “El procurador general Jeff Sessions ha tomado una posición MUY débil en los delitos de Hillary Clinton (¿dónde están los emails y el servidor DNC?) y los soplones de Intel”. En la misma vena -de “enciérrenla”-, siguió otro tuit: “¿Por qué los comités e investigadores, y desde luego nuestro atribulado procurador general, no están investigando los delitos de Hillary y las relaciones con Rusia?”.

En otras palabras, el mandatario está pidiendo nuevamente el enjuiciamiento de su oponente en las elecciones del año pasado, en un asunto por el cual se la consideró libre de delito. Visto con benevolencia, es un ejemplo cínico de la dirección equivocada diseñada para quitar el foco de su propia mala conducta y crear entusiasmo entre su base de votantes. Pero, ¿qué pasaría si un fiscal, Dios no lo quisiera, lo tomara en serio? Sería realmente angustioso. En este país, los presidentes no resuelven viejas cuentas políticas con sus rivales haciéndolos acusar de crímenes.

Trump comenzó con el maltrato a Sessions la semana pasada, cuando le dijo al New York Times que nunca le habría ofrecido el puesto de procurador general de haber sabido que Sessions se recusaría en la investigación por Rusia. También reiteró ese argumento en una conferencia de prensa, este martes. En ambas ocasiones, lo que pareció querer decir en realidad fue que nunca hubiera contratado a Sessions si hubiese sabido que éste buscaría justicia, en lugar de encubrirlo. En el mundo real, sin embargo, la recusación del procurador era éticamente obligatoria debido tanto a su participación entusiasta en la campaña de Trump como a su testimonio engañoso en las audiencias de confirmación del Senado acerca de sus reuniones con el embajador ruso.

Si Sessions renunciara, o fuese despedido, Trump podría nombrar un reemplazo que asuma la supervisión de Mueller, y posiblemente estar en posición de aprobar una orden ejecutiva para despedir al fiscal especial. En la conferencia de prensa del martes, el primer mandatario se negó a decir si quiere que Sessions dimita, pero confirmó que estaba “muy decepcionado” con él.

Esta página se opuso en su momento a la confirmación de Sessions y estamos en desacuerdo con sus posiciones sobre los derechos civiles, las sentencias, los temas inmigratorios y otros. Pero no son los puntos de vista conservadores del procurador general, que se hacen eco de los del presidente, los que están poniendo en peligro su mandato; es su adhesión a los estándares éticos a los que se atendría cualquier fiscal general con principios.

La senadora Lindsey Graham (R-S.C.) lo explicó bien: “El tuit del presidente Trump de hoy, donde sugirió que el procurador general Sessions debe perseguir a una exrival política, es muy inapropiado. Las decisiones de la fiscalía deben basarse en la aplicación de la ley, sin motivación política alguna. Hacer lo contrario es huir de la larga tradición estadounidense de separar la ley de la política, independientemente del partido”.

Si Trump no toma en cuenta esta advertencia, el Congreso debe asegurarse de que pague el precio.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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