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La odisea de una lesbiana latina que sufrió 17 años de cárcel siendo inocente

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Tras pasar casi 17 años en prisión siendo inocente, Elizabeth Ramírez, acusada de agresión sexual a dos niñas junto a tres amigas en los años noventa, asegura que ser lesbiana e hispana le perjudicó en un caso que fue muy sonado en Texas.

“Por ser lesbianas y latinas no teníamos ninguna opción” de ser declaradas inocentes en el juicio, ya que los jueces “eran tan homófobos que pensaron que por el hecho de ser homosexuales éramos capaces de cometer esos crímenes” apunta Ramírez en una entrevista concedida a Efe en su casa en San antonio (Texas), rodeada de su madre, su hijo, su hermana y su pareja.

Las mediáticamente conocidas como “Las cuatro de San Antonio”, lesbianas reconocidas abiertamente, fueron acusadas en 1994 de violar y amenazar con armas de fuego a dos niñas de 7 y 9 años, sobrinas de Ramírez, de origen mexicano.

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Las niñas declararon entonces que fueron “atadas y violadas” y aseguraron que se les había puesto una pistola en la cabeza y que estaban “amenazadas de muerte” si lo contaban.

Sin embargo, Ramírez y las otras tres acusadas -Kristie Mayhugh, Anna Vásquez y Cassandra Rivera, que por ese entonces tenían 20, 22, 19 y 20 años, respectivamente, defendieron una y otra vez que eran inocentes y que todo el caso era una invención.

Más tarde, en 1997, Ramírez, considerada como la cabecilla del grupo, fue condenada a 37 años y medio de prisión, mientras que en 1998 las otras tres mujeres recibieron sentencias de 15 años.

“En el juicio nos hicieron parecer monstruos, hicieron creer que yo estaba sacrificando mis sobrinas a mis amigas, por ser lesbianas”, recuerda con la voz entrecortada.

Además, Ramírez, que ahora tiene 42 años, opina que “ser latinas sin dinero” también disminuyó sus probabilidades de éxito, ya que, de haber tenido más recursos económicos, “quizás” hubieran salido hacia adelante en el caso.

Su hermana, Rosemary Camarillo, relata afectada que lo peor de toda la estancia de Elizabeth en prisión, visto desde fuera, fue “saber que mi hermana y sus amigas estaban encarceladas siendo inocentes por culpa de mis hijas, que fueron quién las acusaron”.

Aunque judicialmente no está confirmado, varias investigaciones sobre el caso reportan que detrás de las acusaciones podría estar el padre de ellas, en ese tiempo divorciado de Camarillo, hecho que ni las entrevistadas ni la madre de ellas descartan.

“Cuando salieron con la causa no entendía el porqué”, dice entre llantos Ramírez, que señala no conocer todavía, 22 años después de la acusación, los motivos que llevaron a las niñas a declarar en su contra.

De hecho, en 2012, el caso dio un giro radical cuando una de las presuntas víctimas reconoció que había sido forzada a presentar una acusación falsa, aunque la otra, a día de hoy, aún mantiene su versión.

Cuando la mujer hispana entró en prisión, su hijo tan solo tenía dos años de edad, una de las cosas que peor llevó entre rejas, ya que no pudo verlo hasta que el niño cumplió 19 años; ahora, “por fin”, viven juntos y continúan en el proceso de conocerse.

“Es bien feo estar en la cárcel con cargos relacionados con niños”, asevera Ramírez, que explica que fue agredida y amenazada durante muchos años por ese motivo, después de que los vigilantes pagasen a otras presas para lastimarla.

En 2012, Vásquez salió de la prisión en libertad condicional, y en 2013, Ramírez y las otras dos mujeres siguieron el mismo camino tras pasar casi 20 años en la cárcel.

Además de que una de las presuntas víctimas se retractase de su acusación, las autoridades judiciales concluyeron, para decidir la libertad condicional, que se habían cometido fallos graves en las pruebas psicológicas y forenses presentadas en el juicio.

A finales del pasado noviembre, “gracias a Dios”, según Ramírez, las cuatro mujeres fueron exculpadas por el Tribunal Penal de Apelaciones de Texas, que concluyó que son “inocentes y quedan exoneradas de cualquier cargo”.

Ahora, “Las cuatro de San Antonio” lucharán por conseguir una compensación económica, un dinero que “no puede comprar todo el tiempo y las memorias que perdimos con nuestras familias e hijos”, zanjó Ramírez, que quiere cerrar el capítulo final de su particular odisea.

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