‘El que no brinque es ateo’ cantan los jóvenes mientras esperan al Papa en la Basílica
La fe es grande y la jornada también. Los jóvenes voluntarios de las vallas humanas en el recorrido a la Basílica de Guadalupe, han estado en su lugar desde las 6 de la mañana y deberán estar en su sitio hasta las 9 de la noche, cuando el Papa vaya de regreso a la Nunciatura.
Pasan las horas y el entusiasmo es como un sube y baja. Algunos se acercan a los vendedores que logran burlar la vigilancia de la policía que les ha prohibido vender sus productos. Algunos comen unos ricos tacos de canasta, y otros, animados, cantan y bailan y echan porras... “El que no brinque es ateo, el que no brinque es ateo”, entonces ríen, cantan y se mueven.
La labor de las vallas humanas es vital en concentraciones como esta, donde se esperan cientos de miles de personas, dice Sofía Rico, coordinadora de un grupo de 40 jóvenes de la diócesis de Azcapotzalco. “El objetivo es proteger al público y evitar que haya algún encuentro con el Estado Mayor Presidencial, encargado de la seguridad del Papa”, dice Rico. “Y hacemos esto porque la gente del Estado Mayor, puede ser muy agresivo, por el tipo de entrenamiento que tiene.
La calzada de Guadalupe se transformó en unas cuantas horas. En la madrugada, los servicios de emergencia estaban vacios esperando que llegaran los feligreses. A la 1 de la tarde, las vías de acceso a la Basílica se encuentran adornadas con globos blancos y amarillos y la gente va llegando, poco a poco, poblando todos los espacios.
La feligreses se ha ido instalando. Algunos vienen de lejos, como la familia Contreras, que llegó desde las seis de la mañana y se trajo un banco, una mesa y varias sillas para hacer mas pasadera la espera.
Pero en esta zona se viven como dos mundos diferentes, y esto es debido al gran despliegue de seguridad, dice Javier Arroyo, propietario de una cafetería en la calzada. “Antes, cuando venia Juan Pablo II, para esta hora, las vallas humanas era de hasta tres hileras, ahora hay partes donde no hay nadie”.
En su opinion, la gente ha dejado de creer en el Papa. “Es que viene a México muy de la mano del presidente, y sea lo que sea, Peña Nieto está muy desprestigiado. Me parece que debería haber venido a ver a los humildes, como tantas veces ha dicho”.
Creyentes más, o creyentes menos, lo cierto es que el trayecto de unos 5 kilómetros hasta la Basílica se va poblando de gente y de vendedores que tratan de eludir la orden de las autoridades, de impedir la venta de alimentos y recuerdos. “Mire, me quede con mis banderitas, ahora resulta que no puedo venderlas”, dice Pablo Rojas Díaz, mientras su hija voltea para todos lados para ver si hay un policía cerca y de ser necesario salir corriendo.
“Nos vamos a quedar con la mercancías, ni los 300 pesos que le invertimos. ¿Ahora qué vamos a hacer?