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OPINIÓN: Jalándole la cola al tigre

Frente al ex presidente Donald Trump la subordinación de Andrés Manuel López Obrador fue total.
(ASSOCIATED PRESS)
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Para muchos resulta incomprensible las actitudes de AMLO frente a Estados Unidos. No se sabe qué objetivos se persiguen.

Estados Unidos es además de vecino, quien compra el 80% de nuestras exportaciones y ahí vive una comunidad mexicana de 37 millones de personas entre nacidos en México (poco más de 10 millones) y en EE.UU. Solo por eso la relación para México es fundamental.

Frente a Donald Trump la subordinación fue total, de más. Poco importó lo que se había dicho en campaña de que se combatiría al más alto nivel y de manera enérgica los insultos hacia México y los mexicanos. Se concedió todo lo que el entonces presidente estadounidense pidió a cambio de que no cumpliera amenazas que había proferido en Twitter y que en la práctica hubieran sido muy difíciles de instrumentar. Así, se firmó a ciegas un nuevo tratado comercial, se concedió el territorio mexicano para los solicitantes de asilo en Estados Unidos y el control, a como diera lugar y con los recursos de los contribuyentes mexicanos, de los flujos migratorios de centroamericanos. Hoy, mientras él juega golf tranquilamente en Florida, en todos esos temas, los mexicanos estamos pagando las consecuencias.

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Por si eso no bastara, en plena campaña electoral estadounidense, el presidente mexicano visitó a Trump en la Casa Blanca, en un acto descarado de apoyo, llenándolo de elogios y agradeciendo el respeto que tenía por los mexicanos. Increíble.

Con la llegada de Joe Biden muchos pensamos que se construiría una mejor relación en función de un gobierno menos agresivo hacia México y más respetuoso de los migrantes. Ocurrió todo lo contrario.

El gobierno de AMLO fue de los últimos en reconocer el triunfo de Biden y a partir de ahí las señales que se han enviado oscilan entre malas y peores. Incluso, se han incrementado con el paso del tiempo y ya rayan en el pleito.

Las más recientes, además de incomprensibles, más allá de que se declare que somos muy buenos amigos, no podrían pasar desapercibidas para nuestros vecinos y socios.

Haber invitado y rendido honores al presidente cubano o al venezolano, que para Estados Unidos son dictadores enemigos, es una grosería inútil que no deja ninguna ganancia. Ni siquiera la de consolidar un bloque en América Latina o cimentar un liderazgo mexicano para la región. América Latina salió más dividida de la reunión en la que estos presidentes participaron.

Por si fuera poco, y aunque parezca de forma, acomodar en la última fila en un evento conmemorativo de la independencia mexicana, al recién llegado embajador estadounidense mientras se le rendía pleitesía al presidente cubano, no puede ser solamente una torpeza diplomática y va más allá de un exceso verbal en una conferencia matutina, que también los ha tenido. Es un mensaje. Probablemente sea reflejo del anti yanquismo ramplón y pro-cubanismo romántico tan propios de la generación de AMLO a la que pertenezco, pero ¿es eso lo que le conviene a México?

No sabemos qué persigue AMLO con estas señales, pero alguien con su experiencia y sensibilidad política no puede alegar ignorancia de sus consecuencias. De manera casi inmediata alimenta posiciones contrarias a Joe Biden. AMLO les da parque a los opositores a Biden. Congresistas republicanos y el poderoso cabildeo cubano en Florida reclaman las posiciones mexicanas y exigen al gobierno estadounidense tomar medidas. Como decimos en México: No me ayudes compadre.

Ahora se anuncia que en la reunión de alto nivel sobre temas de seguridad que tendrá lugar próximamente entre ambos gobiernos se enterrará la llamada iniciativa Mérida, un programa de asistencia estadounidense para combatir el tráfico de drogas. En el estilo del gobierno mexicano actual, se cancela algo sin evaluaciones de su funcionamiento y logros y sin decir qué lo sustituye. Sobre todo, si se trata de un programa que surgió en la administración de Felipe Calderón. La capacidad de destrucción rebasa por mucho la de construcción. De paso se ignora que si bien es cierto el programa surgió en el gobierno de Bush, su mayor desarrollo se dio durante la administración Obama cuando Joe Biden, hoy presidente de Estados Unidos era vicepresidente.

México no es ni será enemigo de Estados Unidos, no podría serlo. Pero es un error pensar que no habrá consecuencias. Es tanto como suponer que se le puede estar jalando la cola a un tigre sin que pase nada. Un día el tigre no está de humor y da un manotazo.

* Jorge Santibáñez es presidente de Mexa Institute

TW: @mexainstitute

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