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Los paramédicos de Tijuana salvan vidas en una ciudad donde hacerlo los pone en riesgo

Mexican Red Cross paramedic Sergio Garcia attends to a man who was hit by a car while riding his bicycle January 25 in Tijuana.
El paramédico de la Cruz Roja Mexicana Sergio García atiende a un hombre que fue atropellado por un auto mientras andaba en bicicleta el 25 de enero en Tijuana.
(David Maung)

La ciudad fronteriza tiene 13 ambulancias para atender a los 1,8 millones de habitantes

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Acaba de oscurecer en Tijuana, y el paramédico Sergio García atraviesa del tráfico en la carretera apropiadamente llamada Vía Rápida, con sus sirenas a todo volumen.

Más de 13 horas después de que su turno empezó a las 6 a.m., García se dirige a su siguiente llamada de emergencia y explica lo que es salvar vidas en una ciudad donde a menudo eso significa arriesgar la suya.

“Cuando se trata de un tiroteo de narcotraficantes a narcotraficantes, no es tan malo”, dijo García mientras la estática del escáner de la policía puntúa sus palabras.

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“Pero cuando es la policía contra las bandas o la gente que vende drogas y tiene armas, es muy tenso, porque la policía también tiene miedo y nosotros también. Atendemos a la gente muy rápido; cargamos y nos vamos porque no queremos estar allí mucho tiempo”.

En Tijuana, una ciudad de alrededor de 1.8 millones de personas en un pico de violencia, el tiempo medio de respuesta de una ambulancia es de 24 minutos, a veces demasiado tarde para salvar la vida de una persona.

La ola de violencia de los cárteles significa que las llamadas de emergencia están en su punto más alto, poniendo a prueba la flota de 13 ambulancias de la ciudad y su equipo de médicos y paramédicos, dirigido por Cruz Roja.

Los paramédicos de la Cruz Roja Mexicana Víctor Ramírez, izquierda, y Sergio García charlan fuera del Hospital General de Tijuana después de dejar a un paciente el viernes.
(David Maung)

Un viernes reciente fue un poco más tranquilo y pero la ciudad estaba más congestionada que de costumbre por un partido de futbol de los Xolos — y todos los que están de servicio esperan que siga siendo así. Porque dos noches antes “fue una locura”, dicen todos.

El 22 de enero, seis oficiales de la policía estatal fueron disparados, uno de ellos fatalmente, en un puesto de hot dogs donde se habían detenido a comer.

Días más tarde, la policía descubrió un narco-mensaje colgado de un puente, prometiendo más violencia contra la policía estatal y cualquiera a su alrededor.

“No te involucres”, advertía el mensaje.

El paramédico de la Cruz Roja Mexicana Sergio García, en el centro, se prepara para atender a un hombre que tuvo un ataque el viernes en Tijuana.
(David Maung)

No está claro si la advertencia fue dirigida a los primeros en responder como García o periodistas o a comerciantes con puestos de comida. El vendedor también murió en el ataque en la colinia Benton de Tijuana.

“No era seguro para nosotros”, dijo el coordinador de rescate de Cruz Roja, Juan Carlos Méndez.

Méndez dijo que los socorristas no tuvieron acceso a la escena del tiroteo hasta que fue asegurada por la policía.

“Tuvimos que abandonar la zona hasta que la policía nos confirmó que las autoridades habían llegado y la habían asegurado”, dijo Méndez.

A forensics team member investigates the hot dog stand where a group of state police officers were ambushed in Tijuana's Benton neighborhood shortly before midnight Wednesday. One officer was killed.
Un miembro del equipo forense investiga el puesto de hot dogs donde un grupo de policías estatales fueron emboscados en la colonia Benton de Tijuana poco antes de la medianoche del miércoles 22 de enero de 2020. Un oficial fue asesinado.
(Margarito Martinez)

La Cruz Roja opera en un entorno en el que a menudo se llama a los policía para que protejan a las víctimas de delitos que se están recuperando de nuevos actos de violencia en el hospital. Todos los oficiales heridos el mes pasado tuvieron esa protección.

García dijo que trata de mantenerse concentrado en su próxima llamada para soportar los altos niveles de estrés y sus turnos de 24 horas, que pueden hacer que los días se confundan.

La siguiente llamada es para atender a Raymundo, un ciclista de 61 años con un gran agujero en el cráneo sobre su ojo izquierdo. Mientras que su lesión produce que pierde y recupere el sentido, García llega en un coche compacto de Cruz Roja. A menudo la organización manda a sus paramédicos a emergencias en vehículos para preservar los recursos limitados de la ciudad.

“Me caí”, le dice vagamente Raymundo a García desde el asiento trasero de una camioneta de la policía municipal de Tijuana.

Un policía de Tijuana hace eco del paciente en voz alta.

“Se cayó”, afirma el oficial.

En una noche cualquiera, el 70 por ciento de las llamadas que García recibe son para asuntos menores, no para emergencias reales. Pero esta sí; Raymundo necesita un médico y rápido.

No hay ambulancias disponibles para llevarlo al Hospital General, el centro que acepta a los pacientes de menores ingresos de la ciudad.

“Es que no tenemos plástico y está sangrando por toda nuestra camioneta”, explica el oficial.

“Bueno, creo que tampoco tengo plástico”, responde García, registrando su Kia Soul.

“Vamos a ayudarle de una forma u otra”, dice García en voz baja. “Lo único seguro aquí es que vamos a intentar ayudarle”.

Alguien encuentra parte de una caja de cartón en la calle y la extiende en el asiento trasero del nuevo Kia de García. García le abrocha el cinturón a Raymundo y se van a urgencias.

El paciente gime cada vez que el coche choca con un bache y empieza a perder la conciencia en el asiento trasero.

“Escucha, Raymundo, ¿la policía te perseguía cuando te caíste?” García le pregunta, en voz alta, tratando de mantenerlo despierto.

“¡Me atropellaron!”, declara. “Sólo fui a buscar un poco de pollo. Quiero un poco de pollo”.

“Ya casi llegamos. Vamos a llegar pronto”, García intenta tranquilizar a su paciente, mirando al asiento trasero a través de su espejo retrovisor.

Durante las siguientes 12 horas, García responde a llamada tras llamada: sobredosis en la zona norte de la ciudad; una mujer de 26 años asfixiada tras beber más de tres cuartos de una botella de tequila; un hombre convulsionando fuera de una clínica cerrada de la Cruz Roja cerca de la Cinco y Diez.

En la calle Coahuila, el paramédico nota suavemente una escena de homicidio mientras pasa, imperturbable; no hay nada que pueda hacer por los muertos.

“Esta ciudad nunca duerme”, comenta.

García a menudo trabaja turnos de 24 horas como paramédico, y luego las siguientes 24 horas como bombero, a veces durmiendo siestas entre llamadas. Por su trabajo con Cruz Roja, le pagan entre 100 y 200 dólares a la semana.

Los sábados, a veces pasa parte de su único día libre entrenando a los voluntarios en RCP para que las agencias puedan tener más ayuda de los civiles.

Mexican Red Cross paramedic Daniel Larios waits for a call outside the Red Cross hospital on Friday in Tijuana.
El paramédico de la Cruz Roja Mexicana Daniel Larios espera una llamada fuera del hospital de la Cruz Roja el viernes en Tijuana.
(David Maung)

“Llega un momento en que sabes que te encanta y sabes que no serías feliz haciendo otra cosa”, dijo Daniel Larios, quien ha sido paramédico de Cruz Roja en Tijuana durante 22 años.

Larios describió el adicción a la adrenalina de responder a los llamados, el orgullo de ayudar a la gente y la camaradería que se crea entre las personas que trabajan con tal nivel de estrés.

“También es mucho café y tomar pequeñas siestas cada cuatro minutos”, bromeó.

Larios recordó una época en 2008 en la que la Cruz Roja recibía amenazas telefónicas de los miembros del cártel, advirtiendo a los paramédicos que no intentaran salvar a nadie que tuvieran la intención de matar esa noche.

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“Pero lo peor de todo es ver a los niños heridos o muertos”, dijo Larios. “Porque se supone que los niños no deben ser heridos, y vamos a tratar de ayudarlos si lo hacen”.

Tanto García como Méndez estuvieron de acuerdo en que el trabajo requiere cierta dedicación y creencia en algo más grande que ellos mismos.

“¿Por qué queremos ser paramédicos? Porque nos encanta”, dijo Méndez. “Creo que estamos convencidos de lo que estamos haciendo. En mi caso, estoy convencido de los principios de esta institución”.

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