La fe vs. la ciencia en la era del coronavirus
El presidente de Tanzania afirmó que el coronavirus “no puede sentarse en el cuerpo de Cristo”. El ministro de salud de Israel descartó un toque de queda diciendo que “el Mesías vendrá y nos salvará”. Un movimiento misionero musulmán de alcance mundial realizó concentraciones grandes... y asumió su responsabilidad en la propagación del mal.
Si bien la mayoría de los líderes de religiones grandes apoyaron los esfuerzos de los gobiernos por combatir la pandemia restringiendo las reuniones grandes, unos pocos fieles, tanto de instituciones religiosas como seculares, no lo hicieron.
Hay quienes insisten en que es importante ir a los templos por el alivio que ofrecen. Otros dicen que la fe es una autoridad superior a la ciencia y creen que puede rechazar los contagios.
La lucha por adaptar las creencias religiosas a una pandemia que no distingue denominaciones ni fronteras ganó prominencia en las primeras semanas del brote, antes de que muchos países prohibieran las reuniones de personas. A medida que las autoridades comprueban que los templos religiosos son uno de los focos de contagio, aumentan los llamados a los fieles a proteger el bienestar físico de los demás.
“Una de las cosas que destacan la mayoría de las religiones es que primero hay que velar por los más vulnerables en una comunidad, salvar las vidas de otros es una prioridad”, dijo L. Gregory Jones, decano de la escuela de la divinidad de la Universidad de Duke.
Pero para algunos creyentes --sobre todo aquellos cuyas iglesias, sinagogas y mezquitas son centros comunitarios importantes-- esa visión choca con aspectos esenciales de sus vidas.
En Tanzania, un país de mayoría cristiana, el presidente John Magufuli dijo el mes pasado ante una congregación religiosa que “no me asusta venir aquí” porque la fue puede rechazar el virus.
El ministro de salud israelí Yaakov Litzman insistía en eximir a las sinagogas y otras instituciones religiosas de las restricciones a la congregación de personas, según la prensa israelí. Y él mismo contrajo el virus este mes, aparentemente tras ignorar el distanciamiento social que él mismo pregonaba.
Litzman es visto ahora como un símbolo de las actitudes permisivas que generaron una cantidad desproporcionada de contagios en la comunidad judía ultraortodoxa a la que pertenece, la cual representa el 10% de la población de Israel. Si bien había descartado toques de queda para la Pascua Judía el mes pasado, al final de cuentas Israel dispuso una cuarentena nacional en el primer día de la festividad.
En la India, el movimiento misionero musulmán Tablighi Jamaat fue muy criticado tras circular en la web un audio atribuido a su jefe Maulana Saad, en el que se insta a los fieles a seguir yendo a las mezquitas.
“Dicen que habrá contagios si vamos a una mezquita. Eso es falso”, dijo Saad a los fieles. “Si mueres por venir a la mezquita, es el mejor sitio para morir”.
Un portavoz de Jamaat, Mujeeb ur Rehman, dijo que la grabación fue sacada de contexto.
“No hubo mal intención”, sostuvo. “En el mismo sermón pidió a los fieles que acatasen las medidas del gobierno para contener la propagación del virus”.
Efectivamente, muchos clérigos y autoridades religiosas musulmanas de todo el mundo han promovido el cierre de mezquitas y otras restricciones.
Pero el gobierno paquistaní, al que se acusa de demorarse demasiado en restringir las reuniones de personas, se negó a ordenar al cierre de mezquitas. Permitió que sigan funcionando, aunque sin más de cinco personas a la vez. De todos modos, algunos sectores mantuvieron una actitud desafiante a pesar de que el Consejo de la Ideología Islámica recomendaba quedarse en las casas. Maulana Abdul Aziz, clérigo de la Mezquita Roja de Islamabad, exhortó a los fieles a ignorar las restricciones, diciendo que era un pecado dejar las mezquitas vacías.
En la India las autoridades atribuyeron cientos de contagios a las actividades de Tablighi Jamaat y acusaron de negligencia a los líderes del movimiento. Esto agravó las tensiones religiosas e hizo que lloviesen insultos a la minoría musulmana.
La mayoría de los servicios religiosos de Estados Unidos fueron interrumpidos o son ofrecidos a través de la internet, pero hay quienes resisten las restricciones y dicen que cercenan sus derechos.
Algunos dicen que la fe puede curar el dolor espiritual que produce la pandemia. La teóloga católica Janet Smith figura entre quienes han exhortado a los obispos a que restauren los santos sacramentos, ofrecidos en persona, con tácticas que violarían la orden de evitar reuniones.
“Creemos que Jesús está allí y que trae consigo Gracias que ayudarán a contener el coronavirus”, dijo Smith, quien se jubiló hace poco tras servir en el Seminario Mayor del Sagrado Corazón en Detroit. Planteó que se podrían recibir los sacramentos al aire libre o sin salir del auto.
Susannah Heschel, profesora de estudios judíos del Dartmouth College, dijo que alguna gente cree que “controlamos a Dios, cuando no lo hacemos. Como si, de algún modo, el hecho de que mucha gente rece en una iglesia, una mezquita o una sinagoga, hará que el virus desaparezca”.
Numerosos fieles insisten en ignorar restricciones con tal de practicar su fe y buscar consuelo.
El mes pasado en Irak mucha gente se congregó con motivo del aniversario de la muerte del imán chiíta Moussa al-Kadhim. Incluido Ayoud al-Moussawi, quien dijo que en varias ocasiones corrió peligros al visitar sitios religiosos.
“Siempre hemos estado sujetos a bombas y aparatos explosivos, pero Dios nos protege”, afirmó. “Lo mismo con el coronavirus”.
Señaló que tomó precauciones y usó un barbijo en zonas con mucha gente y se desinfectó las manos. Agregó que este año hubo menos peregrinos y que muchos conmemoraron el aniversario desde los techos de las casas.
Al-Moussawi apoya al clérigo chiíta Muqtada al-Sadr, quien atribuyó el coronavirus en parte a la legalización del matrimonio entre personas de un mismo sexo en un tuit enviado al millón de seguidores que tiene.
Algunos le achacaron que no desalentaba a sus partidarios a que fuesen a los sitios sagrados.
Lo que hizo al-Sadr fue recomendar “que se apuren a completar las visitas y sigan las órdenes y las normas sobre salud para no contagiar a otros”. Al-Sadr negó estar socavando los esfuerzos por contener el virus.
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