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‘Sex and the City’ cumple 20: cómo la serie de HBO revolucionó la TV y las citas para siempre

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Hace veinte años, todo comenzaba con una voz femenina.

“Había una vez”, decía, invocando un feliz para siempre que nunca llegó, mientras contaba una historia de amor y pérdida para una mujer recién llegada a la ciudad y llena de brillantes esperanzas, solo para verlas arrolladas por los caprichos de un hombre indigno y, por extensión, de la vida en la gran urbe.

Pero la vida continuó, los taxis siguieron circulando y un nuevo capítulo en la televisión comenzó con una declaración de intención: “Bienvenidos a la era de la no-inocencia”, dice Carrie Bradshaw, escribiendo en casa por la noche, a la luz del neón de Nueva York. “Nadie desayuna en Tiffany’s, y nadie tiene romances para recordar”.

Claramente, no se trataba de un cuento de hadas. Pero como indicaba su canción de apertura, al son de marimbas, “Sex and the City” tampoco era una tragedia. Estrenada en 1998, la innovadora comedia de HBO siguió a Carrie (Sarah Jessica Parker), Miranda (Cynthia Nixon), Samantha (Kim Cattrall) y Charlotte (Kristin Davis) a través de una montaña rusa de enredos y relaciones sexuales modernas durante seis temporadas.

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Incluso después del final de la serie, en 2004, la sed de más desventuras no se agotó. “Sex and the City” luego irrumpió en la pantalla grande con dos películas (una buena, una mucho menos). Los planes para un tercer film fracasaron recientemente (más información al respecto más adelante).

“Creo que una de las cosas que hizo vibrar a este programa es que era tan personal para las experiencias de la audiencia”, afirmó Michael Patrick King, uno de los productores ejecutivos y coguionista de la serie. “Y eso se debe a que todos teníamos las mismas vivencias, de intentar descubrir cómo ser soltero en un mundo donde la sociedad básicamente dice que [si no tienes pareja] eres un leproso”.

Lejos de ser una readaptación -anterior a la Generación del Milenio- de las despreocupadas aventuras de cuatro mujeres al estilo Holly Golightly, “Sex and the City” transformó los textos de Candace Bushnell, columnista del New York Observer, en una serie que derrotó las fórmulas de TV conocidas sobre el sexo y el amor. También dio un puntapié con tacones de diseñador a los límites de la comedia con su procaz sentido de la honestidad y algo que sigue siendo relativamente raro en la televisión: la perspectiva de una mujer.

“Cuando escribía la columna, la realidad de una mujer soltera de unos 30 años era una idea nueva”, expresó Bushnell durante una llamada telefónica, la semana pasada. “Fue algo revolucionario en el sentido de que era una mujer divertida. Volví a leer el libro [que recoge sus columnas y fue publicado por primera vez en 1997], y trata realmente sobre el humor femenino y la obscenidad de las mujeres. Parece algo común, pero en aquel entonces era nuevo. No había programas de televisión sobre mujeres. Estaba ‘Friends’, pero era algo completamente diferente”.

La serie fue creada por el escritor y productor Darren Star, quien hasta ese momento había participado en dramas de TV como “Beverly Hills: 90210”, “Melrose Place” y -con menos éxito- “Central Park West”. Fue en ese programa donde comenzó una amistad con Bushnell, cuyas columnas habían ganado atención en Hollywood.

Star se sintió atraído por la idea de una serie sobre las relaciones el sexo narrada desde un punto de vista femenino, pero también quería algo más que un cambio de género en perspectiva.

“Realmente quería escribir una serie que yo deseara ver, que no hubiera que disculparse y decir: ‘Oh, es un programa de televisión’”, relató Star en una reciente llamada telefónica. “Y que no se conformara con eufemismos. Las comedias [de TV], hasta ese momento, se trataban de lo que no se podía decir. El humor provenía de cosas como ‘Seinfeld’, cuando decían ‘el amo de mis dominios’. Y pensé: ‘Bueno, este va a ser un show donde puedes decirlo todo’.

Aunque ABC consideró estrenar la serie, HBO y sus permisos de contenidos más liberales parecían una elección natural. Sin embargo, Star igual temía que pudiera haber resistencia en la red de cable pago sobre historias centradas en las crudas -y a menudo torpes- realidades del sexo.

“Recuerdo que estábamos proponiendo el programa [al entonces jefe de HBO] Chris Albrecht. Yo estaba con Michael [Patrick King] y habíamos desarrollado las historias juntos para la primera temporada. Pensé: ‘Se va a reír o nos echará de la habitación’. Y se rió”.

Albrecht, en una entrevista telefónica separada, recordó el encuentro de esta manera: “Cuando leí las columnas de Candace, pensé: ‘Bueno, esto no está en la televisión, y sin duda era un gran punto de partida para nosotros, en HBO, en ese momento. Darren creía en ello y pensé: ‘Tiene todos los elementos’”.

HBO compró la primera temporada y el año siguiente lanzó otro programa innovador que compartía el estudio y la producción, en la ciudad de Nueva York, con “Sex and the City”: “The Sopranos”. Juntos, impulsaron la red de cable a la vanguardia de lo que después se conoció como “Peak TV” (la cumbre de la TV), que incluyó otros programas igualmente venerados, entre ellos “The Wire”, “Deadwood”, “Six Feet Under” y “Game of Thrones”.

“Creo que es difícil celebrar el aniversario de ‘Sex and the City’ sin evocar esos shows, juntos. Eran un doble golpe”, señaló Robert J. Thompson, director del Centro Bleier de Televisión y Cultura Popular en la Universidad de Syracuse. “Esa serie, junto con ‘The Sopranos’, fueron realmente el humor y el drama que marcaron que las cosas iban a cambiar”.

“Lo que hicieron esas dos series -y ‘Oz’ antes, de Tom Fontana-, fue establecer marcadores para que otros creadores dijeran: ‘Ey, ¡guau!, Mira lo que se puede hacer ahora en la televisión’”, agregó Albrecht, quien es actualmente el CEO de Starz. “Creo que inspiró a mucha gente talentosa a pensar de diferentes maneras”.

Pero más que cambiar la suerte de una red de cable, “Sex and the City” marcó un cambio considerable en la narración televisiva. En lugar de ser solo otro programa sobre las mujeres que se definían a través de los hombres y la necesidad de casarse, estas eran cuatro profesionales independientes que hablaban francamente sobre sus deseos y dificultades para encontrar una relación satisfactoria, ya sea para el sexo o el amor. Y gracias a la fuerza de la amistad entre ellas, si seguían solteras no era algo ‘malo’.

“La sociedad les decía a las mujeres y, en mi caso, a los hombres homosexuales, que no pertenecían, a menos que tuvieran una pareja tradicional”, comentó King. “Y así, cada vez que un escritor tiene un mensaje real, que necesita ser expresado, es un gran impulso para la narrativa”.

Para Jenny Bicks, la primera en unirse a King y Star en el equipo de guionistas de la primera temporada, la serie era revolucionaria. “Estoy mirando algo en mi pared, que es una portada enmarcada de la revista Time [de agosto 2000] de nuestras cuatro mujeres [las estrellas del programa] y dice: ‘¿Quién necesita un marido?’”, relató, telefónicamente. “Esto fue realmente fundamental para salir y decir que solo somos amigas y no necesitamos casarnos. Fue algo muy importante”.

“Veinte años es mucho tiempo en la cultura pop, y creo que la gente realmente olvida lo que era el paisaje televisivo en aquel entonces”, expuso Andi Zeisler, autora y cofundadora de la revista feminista y organización de medios Bitch. “‘Sex and the City’ fue una auténtica subversión de las comedias de situación porque, al menos al principio, no intentaba solucionar perfectamente las cosas al final de cada episodio”.

“Las comedias comenzaron a emerger no como comedias de situaciones por TV, sino como algo más”, agregó Thompson. “El [formato] de media hora realmente tomó diferentes direcciones después de ‘Sex and the City’”.

La serie también se abrió paso en términos de visibilidad detrás de la cámara. Las directoras de cine independiente Susan Seidelman, Nicole Holofcener y Allison Anders realizaron múltiples episodios en las primeras temporadas. Además de Bicks, la sala de escritores estaba compuesta principalmente por mujeres, muchas de las cuales extraían material de sus propias experiencias en citas amorosas, como profesionales treintañeras.

Bicks, quien destacó que gran parte de los guionistas permanecen en contacto, recordó: “Todos los días teníamos citas muy malas. Al llegar, decíamos: ‘OK, fue una mala cita, pero podría ser una historia increíble’. Lo cual, por cierto, realmente hizo que salir fuera mucho más divertido. No pasa desapercibido para todos nosotros que ninguno tuvo una relación verdadera y definitiva hasta que la serie terminó. Porque no se podía llegar todos los días y analizar tu relación y hacer que funcione. Era [un análisis] demasiado microscópico para cualquiera de nosotros”.

En los años transcurridos desde que “Sex and the City” dejó el aire, también fue inspeccionada bajo el microscopio. La perspectiva predominantemente adinerada, privilegiada y blanca del show se destacó bajo la dura luz de 2018, y la serie fue criticada por pintar una imagen muy estrecha de la ciudad, una de las más diversas del mundo.

“En el lenguaje de nuestros tiempos, no es una serie para ‘despertar’”, afirmó Zinsler. “No era socialmente progresiva. Ciertamente no reflejaba la experiencia de la ciudad de Nueva York que tiene la mayoría de la gente”.

Cuando se le preguntó sobre la falta de diversidad, King citó las apariciones de Blair Underwood, quien interpretó a uno de los intereses amorosos de Miranda. Además, la ganadora del Oscar Jennifer Hudson apareció en la primera película de “Sex and the City”, en el rol de la secretaria de Carrie.

Pero King, en última instancia, considera el programa como un producto de su material original: “Simplemente reflejaba el mundo del Upper East Side en ese momento”. Si lo estuviéramos haciendo ahora, reflejaría un mundo diferente. Haría mucho [más], porque el mundo es diferente. Y también es más emocionante mostrar eso”.

Nadie del elenco estuvo disponible para hablar en este artículo -una de ellas, Nixon, está ocupada con su candidatura demócrata a gobernadora de Nueva York-, pero Parker también notó fallas en la perspectiva de la serie. “No hubo mujeres de color”, le dijo a una audiencia reunida en el festival Future of Everything, del Wall Street Journal, en mayo pasado. “Y no hubo una conversación sustancial sobre la comunidad LGBTQ”.

Volver a “Sex and the City” en 2018 sigue siendo una cuestión difícil, por diferentes motivos. King estaba trabajando en una tercera película, pero los planes se derrumbaron cuando Cattrall se negó a participar, reviviendo los rumores acerca de una disputa entre el elenco, esparcidos hace tiempo por la prensa sensacionalista.

“Teníamos pensado estrenarla la próxima semana [8 de junio]. Iba a ser nuestro regalo de aniversario para los fanáticos”, aseguró el productor, con cierta resignación. “Y hubiera sido increíble, pero no sucedió”.

En lugar de ello, hay seis temporadas del producto original, que sigue siendo la única serie de HBO que sigue viva en sindicación -algo tan improbable como parece, dadas las ediciones requeridas para la transmisión-. También está disponible para ver en Amazon, así como en otros varios puntos de distribución -incluido el E! red, que transmitirá un maratón del vigésimo aniversario, con cada episodio, a partir del viernes-. Veinte años después, “Sex and the City” está lejos de haber terminado.

“Ahora, debido a que la gente se casa más tarde, es como si todos tuvieran esos años de ‘Sex and the City’”, afirmó Bushnell, sobre la larga vida del programa. “Eres soltero, estás buscando a la persona adecuada. Tienes un grupo cercano de amigos porque ninguno está casado y los amigos se convierten en la familia. Realmente se trata de algo que es un fenómeno social”.

“Creo que las mujeres, los hombres -la gente, en general- siguen desconcertados [con las relaciones]: ‘¿Por qué no fui elegido? ¿Por qué yo no?, ¿Por qué nunca yo? ‘“, reflexionó King. “Tal vez tengan más permiso para ser un individuo ahora, pero eso no significa que necesariamente se sientan bien acerca de no formar una pareja. Todavía luchamos contra este monolito negro de la sociedad versus el individuo fucsia, el sujeto vestido de rosa que dice, ‘¿Cómo encajo en eso?, y ¿debería hacerlo?’”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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