Adal Ramones mantiene la vitalidad de su acto humorístico sin profundizar en temas polémicos
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Los Ángeles — Han pasado más de 10 años desde la emisión final de “Otro Rollo”, el exitoso espacio televisivo que Adal Ramones condujo desde 1995 hasta el 2007; pero su recordado segmento inicial sigue todavía vivo, aunque en otro formato y en distintos ambientes.
Nos referimos, por supuesto, al monólogo con el que comenzaba cada programa, y que ha sido capaz de sobrevivir fuera de la caja chica no solo porque su autor necesita algo de lo que vivir, sino también porque se trataba de un segmento humorístico normalmente atemporal y distinguido por anécdotas con las que podían identificarse las audiencias de distintas latitudes.
De ese modo, durante su presentación del sábado en el Wiltern Theatre de Los Ángeles como parte de una gira llamada Las cosas como son”, Ramones reprodujo el concepto, con la diferencia de que lo extendió considerablemente en términos de duración para tocar distintos temas y elaborar con ello un show de ’stand-up comedy’, y de que aprovechó la falta de limitaciones del escenario en el que se encontraba para emplear un lenguaje mucho más fuerte y hacer ciertas bromas de tendencia sexual.
A sus 55 de edad, el regio de origen sigue encontrándose en excelente estado físico y conserva la simpatía de siempre, lo que le permitió mantener el interés de la audiencia y cumplir con las numerosas demandas físicas de su espectáculo -en el que no hubo elemento escenográfico alguno- sin dar muestra alguna de cansancio a pesar de que este duró un poco más de dos horas, si no nos engaña el reloj.
Y si ese tiempo se nos hizo finalmente prolongado no fue por la falta de gracia del artista, sino por su decisión de terminarlo con un larguísimo acto dedicado a la película “Titanic” (sí, la de 1997) que le permitió mostrar su versatilidad histriónica y asumir diversos papeles para trasladarnos de manera verosímil al drama marítimo de James Cameron, pero que en vista de la nula relación del tópico señalado con el resto de la función y de su irrelevancia en los tiempos actuales, resultó francamente anacrónico, incluso cuando estamos hablando de una de las cintas más queridas de todos los tiempos.
Por fortuna, ese fue uno de los pocos reparos que podemos hacerle a una presentación que, en consonancia con lo que Ramones hacía en la televisión, prescindió de segmentos directamente políticos, pero aludió frecuentemente a la tirante relación entre los mexicanos (tanto inmigrantes como turistas) y los estadounidenses, llegándose a burlar en cierto momento de que las personas que atendían a los asistentes en las primeras filas (todos ellos latinos, suponemos) eran completamente anglosajonas.
Para ser sinceros, el apellido Trump se mencionó una vez en medio de una de las bromas, y el mismo presidente fue incluido al lado de un insulto en el mensaje final del artista, que felicitó a los hispanos radicados en este país por haber encabezado una ”guerra pacífica” contra las doctrinas de odio; pero las situaciones a las que aludió generalmente iban por otro lado.
Así, la primera parte aprovechó la libertad de palabra en el teatro para la fabricación de bromas que rayaron a veces con lo vulgar, pero que no fueron nunca excesivas y resultaron casi siempre hilarantes, sobre todo porque le dieron rienda suelta a unos albures y a unas expresiones populares que Ramones no puede pronunciar en señal abierta; y él mismo se las ingenió también para que un segmento dedicado a relatos sobre pedos (sí, los que surgen de la parte trasera del cuerpo) no se sintiera asqueroso, sino sumamente creativo.
En realidad, fuera del acto de ”Titanic”, el otro momento que se nos hizo más largo de lo recomendable fue el que se basó en una escena histórica que combinó la leyenda del penacho de Moctezuma con los sacrificios de vírgenes hechos por los aztecas, sobre todo porque Ramones no parece ser demasiado bueno para los remates.
Pero sus caracterizaciones de personajes del pasado fueron entretenidas y estuvieron bien desarrolladas, ya que Ramones es un ’performer’ muy animado y muy gestual, y se tomó incluso el trabajo de hacer hablar a sus representados con un lenguaje que remitía a un dialecto real sin serlo por completo, como lo hizo luego con el inglés en una escena que envolvía una experiencia aparentemente real en un avión con un ‘gringo’ tejano.
Sea como sea, las risas no se dejaron nunca de escuchar, y no vimos a demasiadas personas que insistieran en grabar partes del show con sus celulares luego de que el comediante les pidiera que no le hicieran a través de una broma relacionada a francotiradores apostados en los balcones. Ramones saludó también efusivamente a los cantantes argentinos Diego Verdaguer y Amanda Miguel, que se encontraban sentados en las primeras filas.
Ya para la mitad de la función, los gritos de algunos se habían convertido en parte de la diversión, y el mismo comediante invitó a una muchacha a la parte delantera de la tarima para que esta le diera un beso; pero solo en la mejilla, porque él mismo se encuentra comprometido con su novia Karla de la Mora, que se convertirá en su esposa el próximo 5 de agosto en la ciudad de Puebla.
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