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Luis Gerardo Méndez probó su versatilidad con compleja obra teatral en L.A.

Aunque la popularidad internacional le llegó realmente debido a su participación en la popular comedia cinematográfica “Nosotros los Nobles” y, sobre todo, gracias a su papel en la exitosa teleserie “Club de Cuervos”, que es además la primera producción completamente en español de Netflix, Luis Gerardo Méndez ha tenido una carrera extensa y provechosa en el mundo mexicano del entretenimiento, sobre todo en el teatro.

Fue justamente esta faceta la que lo tuvo ayer y la noche anterior en el Teatro Montalbán de Hollywood para ofrecer el montaje “Hotel Good Luck”, que, al ser prácticamente una obra individual (pese a que tiene también presente a otro actor y a la vez músico), le permitió dar cuenta de su increíble talento interpretativo, sobre todo porque se trata de una producción minimalista y de temática compleja que se aleja considerablemente de las propuestas mucho más comerciales y accesibles de sus trabajos ampliamente conocidos.

El espectáculo, escrito y dirigido por el joven dramaturgo Alejandro Ricaño, tiene como punto central a Bobby (Méndez), un sujeto marcado por toda clase de conflictos emocionales que descubre un portal (en este caso, un simple refrigerador) con el que accede a mundos paralelos en los que a sus seres queridos se encuentran a veces vivos y a veces muertos. Para ayudarlo a desentrañar este misterio, su psicólogo Larry (que es también físico, por si fuera poco, y se encarga además de tocar un piano cuyas melodías se inmiscuyen frecuentemente en la trama) le habla ocasionalmente de complejas teorías.

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Si esto puede sonar extraño para el espectador común y corriente, es porque lo es, aunque la obra posee también fuertes momentos humorísticos en medio de sus aspectos trágicos y existencialistas, lo que provocó que algunos de los asistentes al Montalbán -entre los que se encontraron Eugenio Derbez y Kate del Castillo- rieran e hicieran comentarios en voz alta, incluso en los momentos más exigentes de la narración (una de las líneas de diálogo más ingeniosas es la que dice: “Siempre quiero estar del modo en que no estoy”).

Más allá del instrumento de teclas, el escenario solo presentaba como escenografía adicional una pantalla sobre la que se proyectaban algunos retratos y una mesa de locutor de radio por la que desfiló también Méndez -en alusión a su propio pasado tras las perillas de un programa radial-, permitiéndole transmitir canciones de Bob Dylan y Led Zeppelin.

“Siempre trato de regresar al teatro luego de estar en una producción de otro tipo, porque me inicié justamente en él hace 15 años, cuando empezó mi carrera”, le dijo el actor a HOY al término de la presentación. “Y me interesaba retomarlo con un texto muy íntimo, que fue creado entre Alejandro y yo usando nuestras inquietudes relacionadas a la muerte; sé que no es una obra fácil, sino una que pone en conflicto tanto al espectador como al actor, pero invita a una reflexión válida, basada en el hecho de que la única certeza completa que tenemos es que algún día vamos a morir, con el fin de reconciliarnos con la muerte y, por extensión, con la vida”.

Pese a los comentarios que tiene sobre situaciones que muchos considerarían sobrenaturales o propias de la ciencia-ficción, Méndez asegura que el montaje no plantea ninguna intención oscura ni doctrinaria, sino que esos momentos sirven como excusa para hablar de “universos paralelos” y “simultaneidad dimensional”, conceptos que se han venido discutiendo desde hace tiempo en los terrenos de la física cuántica, para analizar de ese modo las relaciones interpersonales.

De ese modo, el personaje de Bobby se vincula directamente a los temores de él mismo, de Ricaño y de Pablo Chemor, el Larry original (José María de Tavira lo reemplazó la noche de ayer), quienes se reunieron durante dos semanas “para beber y fumar” mientras discutían sobre la muerte, la reencarnación, lo que hay más allá de la vida y lo que significan los padres.

“Planteamos más preguntas que respuestas, porque yo odio las obras con moralina; odio decir lo que está bien y lo que está mal”, enfatizó el oriundo de Aguascalientes. “El resultado brinca de la alegría a la tristeza, y es complicado; estar casi solo en el escenario te ofrece una sensación de peligro muy particular, porque nadie te puede ayudar si te equivocas”.

“Hotel Good Luck” ya concluyó sus funciones en L.A. y regresa ahora al DF, donde se exhibe desde hace siete semanas con gran éxito; y aunque la asistencia a las funciones locales no fue masiva, Méndez -quien vive entre la capital de su país y el Sur de California- asegura que se encuentra sumamente satisfecho con los resultados, porque quienes lo siguen aquí lo hacen por su labor en medios completamente distintos.

Al regresar a México, aparte de continuar en la misma obra, Méndez empezará a alistarse para el regreso de “Club de Cuervos”, que se comenzará a grabar en mayo del 2016 para lanzarse en el próximo mes de octubre; y tiene también entre manos una nueva película de cine de la que no quiere decir mucho, “porque se encuentra todavía en el plano de las ideas”.

“Lo de ‘Club’ es increíble, claro; ha gustado muchísimo no solo en Estados Unidos, Argentina y Colombia, sino también en Suiza y Alemania, países en los que jamás hubiéramos imaginado algo así”, precisó el actor, que no rechaza los proyectos comerciales, siempre y cuando tengan un fondo mínimamente propositivo. “La máxima en mi carrera es hacer cosas que me gustaría ver a mí mismo”.

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