Un Supersónico reducido, pero más 'alternativo' y definitivamente encendido - Los Angeles Times
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Un Supersónico reducido, pero más ‘alternativo’ y definitivamente encendido

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El sábado pasado, estar dentro de la sede de la edición 2015 del festival Supersónico (el Hollywood Palladium) llevaba a darse cuenta de inmediato que las cosas pueden cambiar mucho en el transcurso de un año, cuando se llevó a cabo la primera celebración en las mucho más vastas instalaciones del Shrine Auditorium y sus inmediaciones.

Por lo general, se espera que un evento de estas dimensiones y que haya sido exitoso crezca en tamaño en su siguiente celebración; pero en este caso ocurrió lo contrario, porque en lugar de los tres escenarios del 2014 -distribuidos entre diferentes áreas del Shrine y hasta su gigantesco patio trasero al aire libre-, solo hubo dos espacios para las presentaciones, y uno de ellos no era realmente un escenario. Sin embargo, eso no debe llevar a pensar de inmediato en una disminución de calidad de lo ofrecido, ya que cada uno de los 17 artistas que participaron tuvo algo interesante que ofrecer.

Lo que sí disminuyó sin duda fue el perfil de los actos centrales, ya que si el año pasado estos le correspondieron a Calle 13 y Café Tacvba, los protagonistas de la velada aquí reseñada fueron Aterciopelados y Kinky, quienes, se piense lo que se piense de ellos, no han alcanzado la fama exorbitante de los antes mencionados, aunque, curiosamente, eso los vuelve probablemente más ‘alternativos’ y más apropiados para un evento de esta clase, pese a que, a estas alturas, el sonido en sí de Kinky se nos hace de lo más ‘mainstream’.

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Fuera de esta clase de calificaciones, que resultan siempre engañosas, Aterciopelados dejó un gran sabor de boca, porque, como lo dijo acertadamente uno de los estruendosos presentadores de Univision, se trata de una de las bandas más emblemáticas del Rock En Español, aunque la noticia no le haya llegado necesariamente a todos. Sea como sea, la vocalista Andrea Echeverri es una mujer tan llena de luz y de talento que hasta fue posible perdonarle que saliera a escena con lo que lucía como un disfraz del Tigger de Winnie Pooh, incluyendo las orejitas.

Los Aterciopelados no han sacado un disco nuevo desde el 2008, pero cuentan ya con un arsenal suficiente de éxitos como para animar cualquier fiesta; además, a diferencia de la última vez que los vimos en vivo en el Sur de California, los colombianos dejaron de lado la faceta acústica para entregar encendidas versiones eléctricas de pequeños clásicos como “Baracunatanaâ€, “El estucheâ€, “Caribe atómicoâ€, “Bolero falzazâ€, y, para cerrar la fiesta, una versión de “Florecita rockera†que pasó del rock al reggae y de ahí al son, mientras Echeverri (quien habló en las tablas del “severo vínculo†que los une a México) regalaba al público algunos de los collares de cerámica que ella misma fabrica.

Los que nos sorprendieron fueron los integrantes de Kinky, quienes, como ya lo hemos insinuado, nos han parecido siempre demasiado inclinados hacia el lado comercial, pero que en este caso desgranaron sus temas con indudable potencia rockera, sobre todo en el caso de “Coquetaâ€, su logrado ‘cover’ de Intocable, que conformó un repertorio en que el figuraron además “Hasta quemarnosâ€, “Más y más†y otros populares temas.

Tampoco se quedó atrás lo presentado por la encantadora solista jalisciense Ximena Sariñana, cuya música reciente es melancólica y apacible y, por ello mismo, tenía el potencial de ser un ‘bajón’ en el concierto, pero que hizo versiones creativas y más animadas de esos mismos temas, incluyendo el relativamente nuevo sencillo “La vida no es fácil†y la juguetona composición en inglés “Differentâ€, que se inclina bastante hacia el pop.

Y no se puede dejar de celebrar que se le haya dado cabida en el escenario principal a Chicano Batman, un cuarteto local que estuvo este año en Coachella y que, en medio de sus coqueteos con ritmos latinos, introdujo sonoridades del funk, del rock progresivo y de la psicodelia, marcando saludablemente la diferencia.

El acto que más esperábamos era el de La Mala Rodríguez; y aunque la andaluza no decepcionó, porque su intensidad física y su habilidad para las rimas se mantuvieron intactas, la mezcla de sonido -particularmente excesiva en los bajos- arruinó para nosotros la experiencia, haciéndonos recordar de paso que el Palladium no se distingue por su gran acústica. De todos modos, la rapera ahora afincada en L.A. hizo muy bien lo suyo al interpretar cortes como “La niñaâ€, “Quién manda aquí†y, claro está, “Tengo un trato†-que el presidente Obama incluyó hace poco en su lista de canciones favoritas del verano-, secundada por un DJ que se lució también en los ‘scratches’.

Debido a la nueva disposición del festival, ningún artista estaba programado para tocar más de media hora, y eso afectó sobre todo a los que actuaron en el segundo ‘escenario’, que no era en realidad un escenario, sino una pequeña zona circular de la mezzanine rodeada de un muro de vidrio, lo que dificultaba la apreciación de quienes la ocupaban por parte del público. Todo parece indicar que la idea inicial era colocar una tarima real en el estacionamiento del Palladium, pero que la lenta venta de entradas llevó a replantear el asunto.

Pese a las limitaciones citadas, este estrado abundó en propuestas excitantes y normalmente inclinadas hacia el espectro electrónico, como fue el caso del DJ argentino de Chancha Vía Circuito, así como el de los peruanos de Dengue Dengue Dengue!, aunque lo que ocasionó más entusiasmo entre los asistentes fue la participación de Prayers, un dúo de San Diego que maneja un estilo supuestamente llamado ‘Cholo Goth’, pero a que nosotros nos supo a un Depeche Mode primario y más agresivo.

También hubo espacio para algunas expresiones más rockeras, como la de Él Mató a un Policía Motorizado, un quinteto de La Plata, Argentina, que puso la cuota necesaria de ‘indie’ a lo Pixies durante su breve pero contundente sesión, pese a la escasa movilidad de sus integrantes.

Para terminar en una nota igualmente positiva -porque la pasamos realmente bien-, es necesario señalar que la cercanía de los escenarios hizo que fuera literalmente posible no perderse a ningún artista, ya que los horarios estaban perfectamente calculados para que terminara un acto sobre uno de los estrados y empezara otro en el aledaño. De ese modo, se pudo tener una perspectiva realmente completa del evento, algo que ocurre raramente en un festival musical de esta clase.

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