La pandemia impulsa a familias jóvenes a dejar las grandes ciudades por el interior del paÃs. ¿Se quedarán?
WASHINGTON — Hartos de las restricciones pandémicas y de su pequeño apartamento tipo estudio en Burbank, Patrick y Emma Janssen regresaron a su Nebraska natal el otoño pasado.
Al principio, Emma, de 36 años, enseñaba escritura a sus estudiantes de Caltech de forma remota, luego pasó a impartir clases en una escuela de Nebraska.
Patrick, de 38 años, dejó una carrera decadente como actor y consiguió un nuevo trabajo en un canal de noticias de Nebraska.
Ahora, un año después y con el tembloroso invierno de las Grandes Llanuras a sus espaldas, los Janssens están ampliando la casa de tres habitaciones que compraron al lado de los padres de Emma en la ciudad agrÃcola de Winside, de 135 años de antigüedad, con una población de poco más de 400 personas.
La nueva casa costó alrededor de una décima parte de una casa tÃpica de Burbank, y tienen más espacio en el patio del que saben utilizar.
“Nuestro primer pensamiento fue, bueno, le daremos un año y luego probablemente regresaremos a Los Ãngelesâ€, comentó Patrick, cuyos padres y hermano también viven en Nebraska. “Pero luego llegamos aquà y nos dimos cuenta de que ese no era el caso. Estaremos aquà a largo plazoâ€.
Para generaciones de jóvenes criados en el interior del paÃs, ha sido casi un rito de iniciación: Crecer en un pueblo pequeño, terminar la escuela y salir a buscar las oportunidades de ciudades como Los Ãngeles, Nueva York y Chicago. Ha sido un factor importante en el envejecimiento de la población y el declive de las economÃas de las comunidades rurales.
Pero la pandemia puede estar revirtiendo, o al menos desacelerando, esa tendencia a medida que muchas personas reevalúan sus prioridades. De manera igualmente crÃtica, la crisis de salud por el COVID-19 ha abierto más oportunidades de teletrabajo, haciendo la vida más factible para aquellos que desean vivir en estados y pueblos más pequeños.
Ciudades más pequeñas como Topeka, Kansas y Stillwater, Oklahoma, no pierden el tiempo capitalizando nuevas posibilidades de empleo, ofreciendo miles de dólares en efectivo para los nuevos residentes que se muden a sus áreas para trabajar.
Iowa, Nebraska, Virginia Occidental y otros estados han lanzado una variedad de subvenciones, asà como otros incentivos destinados a atraer a las personas para trabajar allÃ, especialmente en las comunidades rurales.
“No solo estamos tratando de mantener a nuestros jóvenes y graduados universitarios en Kansas, sino también de volver a relacionarnos con los del Medio Oesteâ€, explicó Trent Armbrust, director de estrategia del Departamento de Comercio de Kansas.
“Estamos diciendo: Ven a casa. Vuelve. Tienes familia aquÃ. Conoces el estilo de vida. Y ahora hay oportunidades de tener una gran vida familiar y una magnÃfica carrera en Kansasâ€.
Sin duda, sigue siendo difÃcil evitar que los jóvenes se vayan por la relativa abundancia de trabajos, asà como las ofertas más animadas y diversas de las grandes ciudades. Incluso si la tierra es más barata y copiosa, la escasez de buenos hogares es un desafÃo importante en las zonas rurales de Estados Unidos.
Colby, una ciudad de 5.500 habitantes en el noroeste de Kansas, ha hecho todo lo posible por crear un entorno que atraiga a los jóvenes. Construyó un centro acuático, amplió rutas de senderismo y abrió un nuevo centro de eventos.
Pero cuando a varias personas se les ofrecieron trabajos en un hospital local y escuelas de la zona el año pasado, terminaron rechazando los puestos después de no poder encontrar una vivienda adecuada, explicó Vernon Hurd, director ejecutivo de Thomas County Economic Development Alliance.
El problema podrÃa empeorar, teme, a medida que las personas vivan más tiempo y opten por renunciar a los centros de enfermerÃa. La construcción tampoco ha seguido el ritmo. “Todos estamos en el mismo barcoâ€, indicó Hurd sobre las zonas rurales de Estados Unidos.
Además, la conectividad inalámbrica, considerada esencial por los estadounidenses más jóvenes y que se da por sentada en las principales áreas urbanas, puede ser irregular en áreas escasamente pobladas, creando otro obstáculo para las comunidades rurales.
Patrick Janssen inicialmente dudaba sobre Nebraska. En parte, explicó que se sentÃa como una aceptación de que no podÃa manejar el estrés y la competencia de la vida en una ciudad más grande. Pero también le preocupaba que Winside no tuviera banda ancha adecuada para respaldar las profesiones de él y su esposa. Solo después de recibir garantÃas de la empresa de servicios públicos local, los Janssens se comprometieron plenamente con la mudanza.
Un cambio duradero que se espera de la pandemia es una disposición mucho mayor por parte de los empleadores para permitir y acomodar el trabajo desde casa.
Este verano, la proporción de vacantes remotas publicadas en el sitio de empleos Indeed fue casi el triple, en comparación con la cantidad de dos años antes. Según algunas encuestas, el porcentaje de trabajadores de oficina que laboran principalmente desde casa podrÃa llegar fácilmente al 30%.
Queda por ver qué tan grande será el cambio de juego que resultará para las comunidades más pequeñas. Pero sin él, Dayton Daberkow, su esposa, Whitney, y sus cuatro hijos pequeños no hubieran podido mudarse del centro de St. Paul, Minnesota, a Wahoo, Nebraska, en junio.
La pareja, ahora de unos 30 años, creció en Nebraska y ambos tienen padres, asà como otra familia en el estado.
Dayton trabaja como vendedor para una gran empresa de alimentos, y comentó que fue “bastante acogedora y receptiva†a su deseo de trabajar a distancia de forma permanente. Fue entonces cuando identificó a Wahoo, con una población de 4.500 habitantes, que es aproximadamente el mismo tramo para la casa de sus padres y los de ella.
“La pandemia fue muy aislante, por lo que nos distanció de algunos de nuestros amigos y las escuelas se convirtieron en un verdadero desafÃoâ€, señaló.
“Nuestros gemelos aprendieron a distancia. Esa no fue una experiencia divertida. TenÃamos a dos alumnos de primer grado sentados en la mesa del comedor tratando de hacer estudios académicos en Zoom, mientras que en ese momento un niño de 4 años y otro de 1 año corrÃan por la casa. Pasando por experiencias como esa, empiezas a apreciar tener familiares cerca para ayudarteâ€.
Muchos que han regresado a sus estados de origen tienen conexiones familiares o escolares. Michelle Mel McNierney y su esposo, Jason, no tenÃan ninguna. Ni siquiera habÃan oÃdo hablar de una pequeña ciudad de 725 personas llamada Bertrand antes de visitarla y mudarse allà en junio.
Ambos son nativos de Colorado, pero a lo largo de los años la pareja se habÃa desencantado de vivir en Denver. Lo vieron como demasiado concurrido y menos amigable. Los McNierney comenzaron a hacer viajes por carretera y Bertrand fue una de las paradas.
“Acabábamos de llegar con nuestros tres hijos [de 2 a 13 años], asà como nuestros perros, y todo el mundo te pregunta, ‘Oye, ¿necesitas algo? ¿Quieres bocadillos?’ Fue una gran diferenciaâ€, admitió Michelle, de 35 años, quien está abriendo un estudio de yoga en Bertrand, respaldado por hasta $22.000 en subvenciones del condado para mejorar las instalaciones del centro.
Los demógrafos indican que es posible que la pandemia haya impulsado la migración nacional, que se ha desacelerado durante años a medida que la población envejece y los adultos jóvenes en las ciudades no se han trasladado tanto a los suburbios, asà como otros lugares.
Pero los expertos dudan de que haya un amplio cambio de actitud o que miles de dólares en efectivo tengan un gran efecto para atraer a la gente fuera de las ciudades.
“¿Cuánto se puede pagar a alguien para que cambie su estilo de vida?â€, cuestiona William Frey, demógrafo de Brookings Institution.
Desde el comienzo de la pandemia, Anna Lucas y su esposo, Carlos Marin, han estado hablando sobre la posibilidad de dejar Los Ãngeles y regresar a Iowa, donde nacieron, crecieron, se conocieron y se casaron. TodavÃa tienen padres y familiares esparcidos por el estado.
Anna, de 31 años, y Carlos, de 35, ambos fueron a la Universidad de Iowa y son parte del Iowa Club de Los Ãngeles, que tiene unos 5.000 miembros que se reúnen regularmente en Barney’s Beanery, en Santa Mónica, para ver los partidos de fútbol de Hawkeye y recordar la vida en Iowa.
Durante los últimos 18 meses de la pandemia, explica Anna, varios de sus amigos en Los Ãngeles se mudaron, algunos al Medio Oeste y uno se fue a vivir una vida de “trabajo remoto y nómadaâ€.
Anna comenta que su trabajo como investigadora de psicologÃa aplicada podrÃa realizarse de manera remota, por lo que está esperando a ver si la tendencia del teletrabajo se mantiene. Pero hay mucho más que le impide irse.
“Mi reticencia es simplemente ‘volver’â€, puntualizó. Crecer en Iowa “proporcionó una base maravillosa, pero también en los últimos 10 años el paÃs ha atravesado una época de cambiosâ€.
“Solo me preocupa, desde mi perspectiva, que se haya vuelto más conservadorâ€, explicó. “Aquà hay un espÃritu de apertura y aceptación de la diferencia, asà como una apreciación de eso. Recuerdo cuando llegamos por primera vez en octubre, hace cinco años, y nos aproximamos a la playa y observamos la puesta de sol, sintiendo toda la presión aliviada y pensando: ‘Este es nuestro nuevo hogar’â€.
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