A pesar de los obstáculos, los nativos americanos tienen la tasa de vacunación contra COVID-19 más alta del paÃs
LODGE POLE, Mont. — Durante los primeros meses de la pandemia, los residentes de la Reserva IndÃgena de Fort Belknap se salvaron de su reclusión en las llanuras del norte de Montana. Pero cuando finalmente llegó el coronavirus, golpeó con fuerza.
El hospital de seis camas se vio rápidamente abrumado y decenas de pacientes tuvieron que ser trasladados en avión a Billings o más lejos.
Para diciembre, 10 personas habÃan muerto, la mayorÃa de ellos eran venerados adultos mayores, devastando la comunidad unida de 4.500 habitantes. Los trabajadores de la salud se prepararon para más contagio y muerte a medida que el invierno obligaba a la gente a estar en lugares interiores.
“Si te cortan la electricidad, o te quedas sin gas y no tienes agua caliente, vas a ir a la casa de la abuela para asearte y quedarteâ€, comentó Jessica Windy Boy, quien dirige la sucursal del Servicio de Salud IndÃgena en este lugar.
Pero los peores miedos nunca se materializaron. En cambio, ayudaron a impulsar una campaña de vacunación de gran éxito que ha hecho que la vida en la reserva vuelva a la normalidad.
No es solo la comunidad de Fort Belknap la que ha logrado protegerse. Los expertos indican que los nativos estadounidenses tienen una tasa de inoculación más alta que cualquier otro grupo racial o étnico significativo.
Esos son Ãndices difÃciles de determinar, porque muchos receptores del antÃgeno no proporcionan su raza o etnia cuando se vacunan. Pero más de 100 millones lo han hecho. Esos datos, recopilados por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) sugieren que los nativos americanos tienen un 24% más de probabilidades que los blancos de estar completamente inoculados, un 31% más que los latinos, un 64% más que los afroamericanos y un 11% más que los asiáticos estadounidenses.
Los datos de varios estados y condados ofrecen evidencia complementaria. En Alaska, por ejemplo, los nativos americanos son el 15% de la población, pero en abril representaban el 22% de los inoculados.
“El sorprendente éxito de los nativos americanos es alentador y creo que puede servir como modelo para esfuerzos de vacunación más amplios en todo el paÃsâ€, señaló Latoya Hill, analista de Kaiser Family Foundation.
Los rumores, las teorÃas de la conspiración y la polÃtica amarga que han estancado el esfuerzo nacional de inoculación parecen haber ganado menos popularidad entre los pueblos indÃgenas.
“Fuimos extremadamente agresivos con nuestras tasas de vacunación desde muy tempranoâ€, comentó la Dra. Loretta Christensen, directora médica del Servicio de Salud IndÃgena federal, que brinda atención a más de la mitad de los 5 millones de nativos americanos del paÃs. “Ya tenÃamos todo eso de avance, ciertamente antes de que la variante Delta se intensificara, asà que hemos mantenido nuestros casos bajosâ€.
Su propia tribu, la Nación Navajo, la más grande del paÃs, informa que más del 70% de sus miembros mayores de 12 años que viven en la reserva están completamente inoculados, muy por encima de la tasa del 59% para todo el paÃs.
“Este ha sido un esfuerzo tremendo en todo el territorio indÃgena para cuidar de nuestra genteâ€, indicó Christensen.
Los nativos americanos que comúnmente viven lejos de los centros de salud. Se enfrentan a una de las peores pobrezas del paÃs. Y la desconfianza en las autoridades federales es muy grande.
Para muchos expertos, e incluso para muchos lÃderes tribales, era difÃcil imaginar un grupo que se opusiera más a los antÃgenos respaldados por el gobierno.
“Habrá un rechazo a esta vacunaâ€, señaló Jonathan Nez, presidente de la Nación Navajo, al Times en diciembre.
En una encuesta el otoño pasado, antes de que aparecieran los resultados de los ensayos clÃnicos que mostraban que los antÃgenos eran seguros y efectivos, solo el 35% de los trabajadores de campo del Servicio de Salud IndÃgena comentaron que “definitivamente†o “probablemente†se inocularÃan.
Pero los lÃderes tribales entendieron que las vacunas eran la forma más clara de salir de la pandemia. Tomaron la radio y las redes sociales para promocionarlas, advirtiendo que las personas más grandes enfrentaban el mayor peligro en las comunidades vulnerables debido a las altas tasas de diabetes, enfermedades cardÃacas y obesidad.
Le recordaron a la gente el daño que el COVID-19 ya habÃa causado, matando a los nativos americanos a 2½ veces más que los estadounidenses blancos, asà como las epidemias de viruela de los siglos XVIII y XIX que diezmaron a muchas tribus.
“Planteé la imagen de que el virus era un monstruo, como cualquier otro que ha venido a plagar al pueblo navajo y causar estragosâ€, explicó Nez en una entrevista esta semana. “Les comenté que debÃan portar una armadura y eso es la vacunaâ€.
A fines de 2020, a medida que los antÃgenos estaban disponibles, las actitudes estaban cambiando.
En una encuesta a nativos americanos realizada por el Urban Indian Health Institute, el 75% de los encuestados comunicaron que estaban dispuestos a vacunarse. La motivación principal fue “un fuerte sentido de responsabilidad para proteger a la comunidad nativa y preservar las formas culturalesâ€.
Fort Belknap, una reserva de 980 millas cuadradas establecida en 1869 para dos tribus que antes eran nómadas, los A’aninin y los Nakoda, fue la primera de las siete reservas de Montana en obtener congeladores ultrafrÃos necesarios para almacenar el antÃgeno fabricado por Pfizer-BioNTech.
Cuando llegaron las primeras dosis el 16 de diciembre, los trabajadores de la salud se vieron abrumados por las llamadas de personas ansiosas de que se acabaran las vacunas. Un equipo de nueve enfermeras de salud pública, todas criadas en la comunidad, respondió preguntas sobre los antÃgenos por teléfono y en Facebook Live, asegurando a todos que habrÃa suficientes.
La estructura centralizada del Servicio de Salud IndÃgena, a menudo criticada por ser burocrática, permitió a las enfermeras clasificar rápidamente a los pacientes por edad, además de encontrar información detallada de salud y contacto.
Las tribus que optaron por tomar las vacunas de la agencia muchas veces las recibieron antes de quienes las obtuvieron a través de los estados. Los funcionarios federales abandonaron los protocolos y dejaron que los lÃderes tribales determinaran el orden de inoculación.
En Fort Belknap, los trabajadores de la salud fueron primero, luego los trabajadores esenciales y las personas mayores. En un movimiento original, los funcionarios tribales también extendieron la elegibilidad a los miembros del personal de las escuelas cercanas que inscribÃan a niños indÃgenas.
“Salvamos vidas haciendo esoâ€, señaló Windy Boy, el ejecutivo del Servicio de Salud IndÃgena. “Una escuela fuera de la reserva tuvo un gran brote en enero, después de que su personal tuviera una dosisâ€.
Con el objetivo de preservar su herencia cultural, las enfermeras también ponen a los hablantes de lengua nativa al inicio de la fila. Los lÃderes tribales recibieron temprano las inyecciones para demostrar que los antÃgenos eran seguros.
Las enfermeras se basaron en la credibilidad de sus lazos familiares al apuntar a más personas para vacunar. “La relación paciente-enfermera está mejor establecida gracias a esa confianzaâ€, indicó una enfermera, Samantha Allen.
Entre los 3.500 miembros tribales de 12 años o más que son atendidos por el Servicio de Salud IndÃgena en Fort Belknap, el 67% están completamente inoculados, según la oficina de la agencia en Billings.
La tasa de vacunación en el vecino condado de Phillips es del 40%.
En el desfile anual de Milk River Indian Days de la reserva el mes pasado, las enfermeras de salud pública fueron declaradas grandes mariscales y saludaron desde un carro alegórico.
“Nos pusimos nuestras faldas de listónâ€, comentó Allen, refiriéndose al colorido atuendo ceremonial. “De lo contrario, siempre estarÃamos en nuestro uniformeâ€.
El otro dÃa, en la polvorienta ciudad conocida como Fort Belknap Agency, los adolescentes pasaban zumbando frente a casas rodantes de doble ancho en un vehÃculo todo terreno.
Los jugadores con cubrebocas se acercaron sigilosamente a las mesas de blackjack en el Casino Fort Belknap, que recientemente reabrió después de un cierre de más de un año.
Los turistas estaban comprando nuevamente en la tienda Kwik Stop en la carretera U.S. 2. Las clases se reanudarÃan este mes en Aaniiih Nakoda College.
ParecÃa que la reserva habÃa superado un gran obstáculo.
Pero las enfermeras de salud pública todavÃa tenÃan trabajo por hacer. Algunas personas continuaron resistiéndose a la inmunzación.
Kathleen Adams, quien encabeza el equipo, recorre la reserva con los antÃgenos en una hielera y se ofrece a inocular a cualquiera que aún lo necesite.
“Le he estado preguntando a mi primo y su esposa, pero no se vacunanâ€, se lamentó.
Luego estaban personas como Marty Lone Bear y su esposa, Brittany Allen, que viven en un lugar remoto en la reserva, a 12 millas de la ciudad de Hays.
Un trabajador de salud de la comunidad les habÃa estado instando a que se inyectaran, pero Lone Bear no vio la prisa. Su familia subsistÃa con verduras de cosecha propia y alces que cazaba, además rara vez iba a la ciudad.
“Esperemos y veamos qué le hacen las vacunas a los demás primeroâ€, le comentó a su esposa.
Pero ahora habÃan comenzado a buscar trabajo y su hija de 3 años, Bianca, estaba lista para iniciar el preescolar. Eso significó más contacto con la gente, incluidas las personas mayores.
Asà que la semana pasada hicieron un viaje a Hays, tomaron sus lugares dentro de una pequeña clÃnica y se levantaron sus mangas para unirse a las filas de los vacunados.
Si quiere leer este artÃculo en inglés, haga clic aquÃ.
SuscrÃbase al Kiosco Digital
Encuentre noticias sobre su comunidad, entretenimiento, eventos locales y todo lo que desea saber del mundo del deporte y de sus equipos preferidos.
Ocasionalmente, puede recibir contenido promocional del Los Angeles Times en Español.