Racismo, un trauma colectivo de los afroestadounidenses
Carlil Pittman experimentó el trauma en carne propia.
Como cofundador de la organización juvenil de Chicago GoodKidsMadCity-Englewood, lamentó la muerte de Delmonte Johnson, un joven activista barrial, hace dos años, víctima del fenómeno que combatía firmemente: la violencia con armas.
Le irritaban y frustraban las constantes historias de afroestadounidenses que morían a manos de la policía.
Primero fue Breonna Taylor, una joven de raza negra baleada en su casa de Louisville, Kentucky, en marzo del año pasado. Luego George Floyd, fallecido porque un policía apoyó una rodilla en su cuello en Minneapolis, dando paso a protestas en todo el mundo. En los últimos días, Daunte Wright, un hombre negro de 20 años, fue herido de muerte por un agente durante una detención por una infracción de manejo en Minnesota, a corta distancia del sitio donde murió Floyd.
El viernes pasado Pittman pasó buena parte del día planeando una manifestación junto con otros activistas para protestar la muerte de un chico hispano de 13 años, Adam Toledo, a manos de la policía.
“Todo el tiempo encendemos el televisor, vemos Facebook, Twitter o Instagram, y vemos gente como nosotros asesinada sin que pase nada”, dijo Pittman, activista de A New Deal For Youth. “No es normal ver que alguien es asesinado al hacer click en un video en tu teléfono. Pero para nosotros, en nuestras comunidades negra e hispana, es la norma”.
Muchos afroestadounidenses sienten una especie de trauma colectivo, que se agrava cada vez que muere un miembro de esa comunidad a manos de la policía. Algunos se ven reflejados en las víctimas de la violencia policial, lo que agrava el dolor que sienten. El duelo colectivo alarma a profesionales del campo médico, que consideran que el racismo y los traumas que genera son una crisis de salud pública grave en Estados Unidos.
El trauma racial que sienten los afroestadounidenses no es nuevo. Es producto de siglos de sistemas opresivos y prácticas racistas muy arraigadas en la nación. El trauma racial es algo que experimentan las minorías que se sienten víctimas de racismo y discriminación, según el doctor Steven Kniffley, psicólogo y coordinador del Centro de Atención Colectiva de la Universidad de Spalding en Louisville, Kentucky.
“Muchas ciudades de todo el país se están dando cuenta de que el trauma racial es un asunto de salud pública”, dijo Kniffley, que puede causar suicidios, disminuir la expectativa de vida y provocar estrés postraumático. El trauma racial responde a “las experiencias únicas que viven los negros y los hispanos por su identidad y, más específicamente, por el racismo y la discriminación que enfrentan”.
Kniffley dijo que cada generación de afroestadounidenses desde la época de la esclavitud han enfrentado distintas combinaciones de racismo y discriminación, que se manifiestan en una forma de trauma intergeneracional”.
“Tenemos 10 o 15 generaciones de traumas que no han sido resueltos, que contribuyen en buena medida a los trastornos biológicos y de salud mental que tenemos ahora”, expresó Kniffley, añadiendo que el trauma no responde solo a la violencia policial.
Un estudio del 2018 sobre el impacto de las muertes de afroamericanos a manos de la policía reveló que este fenómeno afectaba la salud mental de esta comunidad. Casi la mitad de los afroamericanos que respondieron dijeron estar empapados de una o más matanzas de miembros de esa comunidad desarmados en sus estados, ya sea porque se corrió la voz o por los medios de prensa.
“Ese impacto se percibe solo entre los negros”, dijo el doctor Atheendar S. Venkataramani, uno de los autores del estudio, quien trabaja en el Centro Médico Presbiteriano Penn de Filadelfia.
Rashad Robinson, presidente de Color of Change (El color del cambio), dice que este trauma alimenta la desconfianza en los organismos policiales. Y que muchos experimentan una angustia emocional adicional al ver el juicio de Derek Chauvin, el expolicía de Minneapolis que puso su rodilla en el cuello de Floyd.
“Tenemos toda esta gente armada que debe protegernos y servirnos y que no hace ni lo uno ni lo otro”, sostuvo Robinson. “Para sobrevivir, debemos integrarnos a un sistema con una estructura brutal... para nuestras vidas, nuestra dignidad, nuestra salud. Que tiene un impacto colectivo a largo plazo”.
Eréndira Martínez, quien vive en un barrio mayormente hispano de Chicago, Little Village, dice que sufre enormemente con la muerte de chicos como Toledo.
El jueves pasado, horas después de que se distribuyese por primera vez el video de la muerte de Toledo, una niña de 17 años murió baleada en el mismo barrio. Una hija adolescente de Martínez murió también baleada en Little Village en diciembre.
“Enterramos a mi hija y un mes después estamos enterrando esta chica que se crió con mi hija”, expresó Martínez. “Ninguna madre debería tener que enterrar a su hija”.
Algunos grupos de vecinos tratan de ayudar a superar el trauma, señaló Aswad Thomas, de la Alliance for Safety and Justice, que administra la organización Crime Survivors for Safety and Justice, una red de más de 46.000 sobrevivientes a delitos, mayormente hispanos y afroestadounidenses.
Uzodinma Iweala, CEO de The Africa Center, de Nueva York, dijo que los padecimientos de la comunidad afroestadounidense a veces le dan rabia. Piensa en las veces que él y sus hermanos fueron parados por la policía. O la vez que un agente insultó a su tío. O la cantidad de veces que rogaron para salir a salvo de una situación. Experiencias todas que algunos blancos ignoran a sabiendas.
“Estados Unidos se niega a reconocer que no sería un país sin el trabajo, la sangre, el sudor y las lágrimas de las personas de raza negra”, declaró Iweala.
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