El dilema de poner en pausa la vacuna de J&J: ¿Salvará vidas o hará que se pierdan?
“No hacer daño”.
La frase, del juramento hipocrático, es el principio rector de la atención médica. Se pronunció varias veces durante una reunión muy activa esta semana de expertos en vacunas que se reunieron para asesorar a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) sobre el curso de acción más seguro después de que seis personas que recibieron el antígeno contra COVID-19 de Johnson & Johnson desarrollaron una coagulación sanguínea poco común.
Los expertos del Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización, o ACIP, por sus siglas en inglés, decidieron posponer la toma de decisiones hasta que surgieran más datos y potencialmente más víctimas de coágulos de sangre.
Pero dejaron en claro que incluso una breve pausa en el uso de una de las tres vacunas autorizadas expondrá a algunos estadounidenses vulnerables un poco más a un caso grave de COVID-19. Algunos seguramente se unirán a los más de 565.000 connacionales que han muerto a causa de la enfermedad. Pero otros que se hubieran vacunado y desarrollado un coágulo de sangre también podrían haber fallecido.
En una situación como esta, los asesores se preguntaron, ¿qué significa “no hacer daño”?
“Lo caracterizaría como desgarrador”, señaló el Dr. William Schaffner, experto en vacunas de la Universidad de Vanderbilt, sobre la reunión, a la que asistió como representante sin derecho a voto de la Fundación Nacional para Enfermedades Infecciosas. “Todo lo que tenías que hacer era escuchar el estrés en las voces de mis colegas mientras discutían esto”.
En el mejor de los casos, no hacer daño es un delicado acto de equilibrio. Después de todo, curar a los enfermos implica rutinariamente procedimientos y medicamentos riesgosos que pueden matar tanto como curar.
Esa compensación es aún más complicada en lo que respecta a las vacunas. Perturbar el sistema inmunológico de una persona sana para prevenir una enfermedad infecciosa podría salvarle la vida, si está expuesta al germen que causa la enfermedad. Pero los antígenos pueden provocar reacciones peligrosas en algunos individuos que nunca habrían contraído el virus en primer lugar.
Ahora coloque este enigma en el contexto de una pandemia devastadora que está infectando aproximadamente a 70.000 estadounidenses al día y ha matado a 3 millones de personas en todo el mundo.
“Es un equilibrio difícil de lograr”, comentó la Dra. Camille Nelson Kotton, integrante del comité que se especializa en el tratamiento de pacientes inmunodeprimidos en el Hospital General de Massachusetts en Boston.
Kotton señaló que la inyección “única” de Johnson & Johnson es especialmente adecuada para las necesidades de sus pacientes, incluidos los receptores de trasplantes de órganos que abandonan el hospital con medicamentos inmunosupresores y las personas confinadas en el hogar con el sistema inmunológico comprometido.
Se había programado que muchos de los pacientes de Kotton recibieran el antígeno de Johnson & Johnson durante los próximos días. Ahora, comentó, seguirán teniendo un alto riesgo de enfermarse gravemente si se encuentran con el coronavirus.
Como vacuna de una sola inyección que no requiere un manejo especial, el antígeno de J&J se ha visto como una solución para aquellos que podrían no presentarse para una segunda inoculación debido a problemas de transporte, exigencias laborales, de cuidado infantil o una sobrecarga de desafíos en la vida. Se esperaba que fuera una bendición, no solo para los jóvenes y los trabajadores esenciales, sino también para los vulnerables a causa de la adicción, la pobreza y la falta de vivienda.
“Esta es una vacuna muy especial”, explicó Schaffner. Ya en alto riesgo, “algunos se infectarán” antes de que se levante la pausa, comentó.
El ACIP hace recomendaciones a los CDC sobre cuándo, cómo y a quién se deben administrar los antígenos. Es más conocido por redactar el calendario de vacunación pediátrica de la nación.
Media docena de casos de coágulos de sangre potencialmente mortales plantearon al grupo de 15 miembros un dilema agonizante.
Los casos surgieron de informes hechos para Johnson & Johnson o al Vaccine Adverse Event Reporting System, una base de datos administrada por los CDC y la Administración de Alimentos y Medicamentos. Las seis víctimas eran mujeres, de entre 18 y 48 años, que se habían aplicado la vacuna Johnson & Johnson en las dos semanas anteriores, una pequeña fracción de los aproximadamente 6.8 millones de estadounidenses que la habían recibido a principios de esta semana.
Los funcionarios de seguridad instaron el martes a detener temporalmente la aplicación del antígeno en Estados Unidos.
La Dra. Rochelle Walensky, directora de los CDC, dijo que la pausa era necesaria para alertar a los proveedores de atención médica sobre la mejor manera de tratar este tipo raro de coágulo de sangre e investigar si había casos adicionales que no se habían informado.
“Los sistemas de seguridad que tenemos están funcionando”, indicó Walensky.
Pero también se creó la situación con ACIP. ¿Debería el panel recomendar una “pausa” continua hasta que se pueda comprender mejor la seguridad de la vacuna? ¿Debería aconsejar que se reanuden las inoculaciones con nuevas medidas de seguridad? ¿Debería sugerir que los antígenos se limiten a grupos, como hombres y mujeres mayores de 50 años, quienes no han mostrado una propensión a desarrollar problemas de coagulación inusuales?
La reanudación completa del antígeno con advertencias a los médicos, una solución que la FDA dejó en claro que apoyaría, no atrajo a ningún respaldo en el panel. Y los miembros parecían recelosos de reanudar las vacunas para todos menos las mujeres más jóvenes; después de todo, se señaló, la edad de las seis víctimas podría simplemente reflejar el hecho de que las personas que recibieron la inyección de Johnson & Johnson eran más jóvenes, en general, que las que se aplicaron las vacunas hechas por Moderna o Pfizer-BioNTech.
Además, muchos hombres con coágulos de sangre inusuales han aparecido en Europa y Reino Unido después de una inyección del antígeno contra COVID-19 de AstraZeneca, que es similar a la de Johnson & Johnson.
En última instancia, después de más de cuatro horas de sesiones informativas y debate, el ACIP indicó que necesitaría más tiempo e información antes de elegir cualquier opción.
El resultado: 9.2 millones de dosis de la vacuna contra COVID-19 de Johnson & Johnson ahora se encuentran en cajas en farmacias, consultorios médicos y sitios de administración en todo el país.
Se les ha dicho a los funcionarios de salud estatales y territoriales que pueden contar con entregas semanales de 14 millones de dosis de vacunas de Pfizer y Moderna, que no están bajo sospecha debido a su diseño diferente.
El país tiene dosis de Pfizer y Moderna “más que suficientes” para cumplir con los objetivos de Biden, señaló Jeffrey Zients, presidente del grupo de trabajo para COVID-19 de la Casa Blanca. Pero reconoció que “en el muy corto plazo, esperamos algún impacto en los promedios diarios” de la cantidad de personas vacunadas en Estados Unidos.
Poco más de la mitad de los 7.8 millones inoculados con el producto de Johnson & Johnson, hasta la fecha, recibieron su inyección en el período de dos semanas antes de que los funcionarios federales anunciaran una pausa en la aplicación de la vacuna.
Eso hace que falte una pieza clave del rompecabezas: si las anomalías sanguíneas temidas van a aparecer en cualquiera de los vacunados, podrían tardar hasta dos semanas en surgir y uno o dos días más para que los reguladores evalúen su vínculo, si lo hay, con el antígeno.
Además, con mucha más atención pública centrada en la posible asociación, es probable que aparezcan más casos. Eso, a su vez, aumentaría las estimaciones del riesgo.
Ante tales incertidumbres, los miembros del panel se volverán a reunir el 23 de abril para emitir una recomendación.
Algunos de los participantes en el proceso apenas pudieron ocultar su exasperación por la demora.
“Estamos en una posición en la que no tomar una decisión equivale a disidir”, enfureció el Dr. Nirav D. Shah, quien dirige el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Maine y sirve como enlace del ACIP para la Asociación de Organismos de Salud Estatales y Territoriales. Al recordar al panel que se habían acumulado 5.000 decesos en los últimos siete días, Shah agregó: “Nuestros más vulnerables seguirán estando expuestos”.
De hecho, los ingresos a los hospitales, así como las muertes, han aumentado en la última semana, lo que refleja la preocupación de que los estadounidenses se hayan cansado de usar cubrebocas y cumplir con otros esfuerzos de mitigación. Hubo un promedio de 712 fallecimientos por día durante la última semana, frente a las 643 de la anterior.
Los expertos en salud de Estados Unidos ya están tratando de contrarrestar las dudas sobre las vacunas entre algunos estadounidenses. El Dr. Anthony Fauci, el principal experto del país en enfermedades infecciosas, dijo que espera que la pausa de Johnson & Johnson sea vista como una señal de que los funcionarios se están tomando en serio los problemas de seguridad y no han “buscado atajos” en el proceso de desarrollo de los antígenos.
Pero fomentar la confianza en la respuesta del gobierno hacia las vacunas es una cuerda floja. Por cada estadounidense alentado por la transparencia y la pronta respuesta de los funcionarios federales, hay otros que lo consideran una reacción exagerada que socava la tranquilidad. Y luego están los reacios que se habían acercado a la idea de recibir una inyección, solo para que su frágil resolución se tambaleara.
“Es un gran desafío, especialmente el aspecto de ‘no hacer daño’ de esta decisión”, señaló Kotton. “Aquí hay múltiples componentes: salud individual, comunitaria y social”.
Después de todo, comentó, no hacer daño a las personas es un cálculo diferente al de no dañar a las comunidades ni a la nación en su conjunto.
El redactor del Times en Washington, Chris Megerian, contribuyó a este artículo.
Si quiere leer este artículo en inglés, haga clic aquí.
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