La muerte de Ginsburg facilita el posible giro más brusco de la Corte Suprema en tres décadas
WASHINGTON — Cuando Ruth Bader Ginsburg se incorporó a la Corte Suprema, en 1993, era la única miembro demócrata, la primera en 26 años. Sus ocho colegas habían sido designados por cuatro presidentes republicanos, desde Richard Nixon hasta George H.W. Bush.
Sin embargo, no todos eran conservadores. Ginsburg votaba regularmente alineada con John Paul Stevens y David H. Souter, nominados por Gerald R. Ford y Bush, respectivamente. Y en sus últimos años, se alineaba con las dos designadas del presidente Obama, Sonia Sotomayor y Elena Kagan, así como con Stephen G. Breyer, quien, como ella, fue nombrado por el presidente Clinton.
Pero a lo largo de sus 27 años en el cargo, Ginsburg fue una voz liberal en una corte inclinada hacia la derecha. Como resultado, rara vez habló en nombre del tribunal en los casos importantes, aunque cuando lo hizo, a menudo fue en disensión.
Por contraste, si el presidente Trump logra poner ahora a una mujer conservadora en su lugar, la nueva jueza se unirá a otras cinco personas designadas por los republicanos y podría desempeñar un papel importante en cambiar las leyes hacia una perspectiva de derecha sobre el aborto, la religión y las armas.
Ello, en comparación con la carrera de Ginsburg, muestra hasta qué punto el legado de un magistrado depende del momento de su nombramiento y de la política de la época. En términos más generales, el tercer juez de Trump -si el Senado confirmara a su designado- podría desencadenar el cambio ideológico más agudo en la corte en casi tres décadas, desde que el conservador Clarence Thomas reemplazó al liberal Thurgood Marshall, en 1991.
Trump adelantó que anunciaría su elección el sábado. Los republicanos del Senado planean tentativamente realizar una audiencia en la semana del 12 de octubre y votar antes de fin de mes, a días de las elecciones presidenciales.
Cuando se nominó a Ginsburg, se la comparó con Marshall, quien había sido un legendario abogado de derechos civiles desde la década de 1930 hasta la de 1950 antes de convertirse en juez de un tribunal de apelaciones y el primer juez negro de la Corte Suprema. Por su parte, Ginsburg había sido una legista pionera en derechos de la mujer durante la década de 1970, antes de convertirse en jueza de apelación y luego en la segunda mujer en el máximo tribunal.
Sus períodos en la corte también tuvieron similitudes.
Marshall llegó en 1967, en el apogeo de la era del tribunal liberal de Warren, pero se desempeñó durante las décadas de 1970 y 1980, cuando el cuerpo se volvió más conservador, y él emitió votos cada vez más disidentes. Estaba exhausto y débil de salud cuando decidió jubilarse, en 1991.
Después de una contundente pelea de confirmación, Thomas fue ratificado como sucesor por una votación de 52-48 en un Senado donde los demócratas eran mayoría. El juez más liberal había sido reemplazado por otro que se convirtió en su conservador más confiable.
La misma historia podría repetirse en las próximas semanas si Ginsburg, anteriormente la líder liberal de la corte, es reemplazada por una joven conservadora que seguramente votará más alineada con Thomas.
Como líder del ala liberal del tribunal, Ginsburg dedicó sus esfuerzos a defender victorias pasadas, incluidas las sentencias que protegían los derechos de aborto y los anticonceptivos para las mujeres y que permitían a las universidades aplicar la acción afirmativa para las minorías raciales. Disintió cuando los conservadores de la corte anularon normas que ponían límites a los gastos de campaña de las corporaciones y los ricos, y cuando anularon la parte clave de la Ley de Derecho al Voto que había protegido durante mucho tiempo a los negros y latinos en el sur.
El éxito del movimiento por los derechos de los homosexuales fue el único avance significativo de los derechos civiles durante el tiempo de Ginsburg en la corte. Sin embargo, se mantuvo astutamente a un lado y permitió que el juez Anthony M. Kennedy, un republicano moderado, hablara solo en nombre del tribunal en todos los fallos importantes del tema.
En 1992, el año antes de la llegada de Ginsburg, los jueces Antonin Scalia y Thomas emitieron enojadas disidencias cuando el tribunal se quedó a un voto de anular el fallo de Roe vs. Wade. Ambos prometieron continuar la lucha y nunca aceptar el derecho al aborto como un precedente establecido.
Ahora, una de las asistentes legales favoritas de Scalia -Amy Coney Barrett, jueza de apelaciones de Indiana- se ha convertido en la principal candidata de Trump. De confirmarse, podría unirse a Thomas y los otros magistrados conservadores para finalmente derogar el derecho al aborto, de casi medio siglo en vigor.
Después de la confirmación de Thomas, hace 29 años, las feroces luchas por los escaños de la Corte Suprema disminuyeron en su mayoría hasta 2016.
En parte debido a una cuestión de tiempo, los presidentes Clinton, George W. Bush y Obama hicieron nombramientos que mantuvieron en buena medida el equilibrio ideológico del tribunal. Cada uno de los tres mandatarios gobernó ocho años y designó dos escaños vacantes en el tribunal superior.
Los nominados por Clinton, Ginsburg y Breyer, reemplazaron a Byron R. White, un demócrata moderado, y Harry A. Blackmun, un republicano liberal. El equilibrio de la corte se mantuvo prácticamente igual.
Bush nombró a John G. Roberts Jr. y Samuel A. Alito Jr. para reemplazar a dos candidatos republicanos: el presidente del Tribunal Supremo William H. Rehnquist y la jueza Sandra Day O’Connor. Alito demostró ser más conservador que O’Connor y creó una mayoría de 5-4 para derogar las leyes sobre gastos de campaña, más notablemente en el caso de Citizens United, que abrió las puertas al gasto de corporaciones y grupos de personas adineradas.
Obama eligió a Sotomayor y Kagan para reemplazar a los dos republicanos liberales designados -Souter y Stevens-, y nuevamente dejó casi sin cambios el equilibrio ideológico de la corte.
La muerte de Scalia, en febrero de 2016, podría haber desplazado el alto tribunal hacia la izquierda y creado la primera mayoría demócrata desde 1969. Pero los republicanos del Senado impidieron que se realizara una audiencia o votación para el candidato de Obama, el juez Merrick Garland, porque era un año de elecciones. “El pueblo estadounidense merece tener voz en una decisión tan trascendental”, afirmó entonces el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell (R-Kentucky).
Ahora, el propio McConnell y los republicanos de la Cámara Alta están decididos a ocupar el escaño de Ginsburg antes de que los votantes se expresen, en noviembre. Con solo dos deserciones partidarias, parece que cuentan con los votos para hacerlo, por 51 a 49.
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