Historia: El poder de las flores: Vender ramos en calles de Chicago ayudó a un migrante a salir del alcoholismo
CHICAGO — Fueron casi 20 años los que pasó Rodolfo Flores intoxicado de alcohol, desamparado y mendigando por las calles del vecindario de Pilsen, en Chicago. Estaba “triste, solo y perdido en la adicciónâ€; respiraba, pero no vivÃa, recuerda Rodolfo, de 55 años.
Pero un dÃa, a finales de 2009, “La Mandarinaâ€, como lo conocÃan algunos en el vecindario, tocó fondo y se vio en la sala de un hospital entre la vida y la muerte. Desde entonces eligió vivir y, al salir del hospital, comenzó a vender ramos de flores en las calles para salir adelante.
Más que una segunda oportunidad de vida, dice Rodolfo, los ramos de flores significan el amor y la esperanza que no existÃan cuando dormÃa en la calle. Más que intoxicado de alcohol, estaba borracho de angustia y depresión, según Rodolfo.
“Mis rosas significan amor y ternuraâ€, dijo Rodolfo, quien revela que nunca antes habÃa contado su historia. “Vender flores me ayudó a sobrevivirâ€.
Esas flores que sigue vendiendo, ahora en el vecindario de Gage Park, le devolvieron la esperanza, dijo. Ahora recorre las calles, con un paso más lento después de lastimarse la rodilla y una sonrisa con dientes desgastados, pero sobrio y “con ganas de vivirâ€, contó.
A casi 10 años sin probar el alcohol, casi todos los dÃas se levanta temprano, agradece a la Virgen MarÃa, y arregla su cubeta con unos 10 ramos de flores. A veces las obtiene de su hermano, Francisco Flores, quien lo ha apoyado en todo momento durante su rehabilitación, dijo Rodolfo.
Otras veces compra sus propios ramos.
Casi siempre comienza su dÃa a eso de las 10:00 am en la esquina de California Ave. y 51st St., donde ofrece los ramos a los automovilistas que pasan por la intersección. Hay dÃas que tarda hasta dos o tres horas sin vender, contó Rodolfo. Cada ramo cuesta $20, pero de vez en cuando los vende más baratos para poder ganar aunque sea un poco de dinero.
Para el DÃa de San ValentÃn y el DÃa de las Madres es cuando se venden más, comentó Rodolfo mientras caminaba de carro en carro. Agregó que en otoño e invierno las ventas aumentan. En un buen dÃa gana de $50 a $60, dijo.
De eso, guarda un poco y cada mes le manda unos $100 a su madre, MarÃa de la Paz Erazmo, quien vive en su natal Guerrero, México, y a quien no ha visto desde que llegó a EEUU, cuando Rodolfo tenÃa a penas 16 años.
Cruzó la frontera en busca de su padre
A principios de los 80 llegó a EEUU en busca de su padre, quien los habÃa abandonado en México. Rodolfo logró ubicarlo en California, pero no encontró ni su amor ni su apoyo, dijo.
Poco después llegó a Chicago con la intención de trabajar y ahorrar dinero. Lo hizo por un tiempo. Trabajó como mesero y lavaplatos en varios restaurantes. Incluso, le mandó dinero a su hermano menor, Francisco, para que también viniera a este paÃs.
En 1986, gracias a la conocida amnistÃa en el gobierno del presidente Ronald Reagan, arregló sus estatus migratorio. Todo iba bien, recuerda Rodolfo.
Pero de repente se perdió, contó Francisco, quien recuerda con sentimiento haberle rogado mil y una vez que dejara de tomar cuando notó cuánto dependÃa del alcohol a principios de los 90.
“Agarré el vicio poco a poco y me olvidé de todo. Me fui yo mismo al abandono, ya no pensaba en nada más que en sólo tomarâ€, recuerda Rodolfo. “Yo querÃa estar solo y nunca pasó por mi mente salir de la depresión y el alcoholismo porque no tenÃa trabajoâ€.
“No se dejó ayudar, ni quiso dejar el vicioâ€, mencionó Francisco. Y fue asà cómo primero dejó su trabajo, después a su familia y se dedicó a la perdición que casi lo lleva a la muerte.
La adicción, dijo Rodolfo, es algo tan fuerte que no te deja pensar, ni caminar o actuar. Recuerda cómo dormÃa en parques, debajo de puentes y a veces en porches de algunas personas que llegaron a conocerlo en el vecindario. Se bañaba en los parques y comÃa de basureros, contó Rodolfo.
Pasaba de bar en bar, pidiendo dinero o trabajando para ganarse una cerveza. Por varios años perdió contacto con su hermano Francisco, el único familiar en Chicago, y se olvidó de su madre en Guerrero.
HabÃa gente que se aprovechó de su estado y su necesidad en el alcohol, dijo Francisco, quien desde su recuperación lo acogió en su casa y le ha brindado apoyo emocional y económico para mantenerlo sobrio y ayudarlo a salir adelante.
Lo hacÃan trabajar largas horas en la construcción, vendiendo flores, u otras labores para pagarle con una cerveza, recuerda Francisco.
“Mi hermano es un ejemplo de vida para otros adictos. Que sigan su ejemplo. Como dice él; ‘el que lo quiere hacer lo logra’, el que no, simplemente no sale del vicioâ€, agregó Francisco.
Fue Dios y la Virgen de Guadalupe quienes le hicieron ver lo mal que se estaba haciendo, contó Rodolfo. Un dÃa, mientras salÃa de un bar, se cayó a media calle y por casualidad un conocido de Francisco lo encontró inconsciente.
Su hÃgado estaba completamente dañado y su corazón ya no daba para más, dijo Francisco. Duró unos meses en el hospital y le dijeron que si tomaba una gota más, podrÃa morir.
Desde entonces hace todo lo posible por recuperar el tiempo perdido, comentó Rodolfo.
“Me arrepiento de todo lo que pasó. Si hubiera seguido trabajando, hubiera sido otra la vida para mÃâ€, dijo Rodolfo.
“Pero ahora estoy con mi familia que me está apoyando. Nunca es tarde para recuperarse y poco a poco tengo que salir adelante. Ya no pienso en lo que pasó. Todo lo que hice lo dejé atrás, sólo pienso en lo que sigue. Trato de olvidar todoâ€.
Agradece a su hermano Francisco y a su familia por su apoyo y amor incondicional, y también agradece a la gente que le compra flores, a quien le regala una sonrisa o una cena, dijo Rodolfo.
En cada ramo que vende y entre la sonrisa de la gente, encuentra un motivo para seguir adelante, agregó Rodolfo.
“¿Mi sueño? Seguir adelante, no mirar atrás y no dejarme vencer, hasta donde Dios digaâ€.
@LAURA_N_ROD / [email protected]
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