LOS ALGODONES, Mexico — Cuando el rÃo Colorado llega a la frontera entre Estados Unidos y México, llega hasta la presa Morelos. Casi toda el agua restante se desvÃa hacia un inmenso canal y fluye hacia las tierras de cultivo y las ciudades de Baja California.
Al sur de la presa, la última parte del rÃo desaparece en el desierto.
El cauce arenoso serpentea a través de campos de trigo, heno, algodón y hortalizas, y pasa por delante de San Luis RÃo Colorado, donde desde hace años apenas pasa agua por debajo de su puente.
México tiene derecho a recibir 1,5 millones de acres-pies de agua al año en virtud de un tratado de 1944. Pero en acuerdos recientes con EE. UU., México también ha aceptado participar en las reducciones cuando hay escasez.
El año pasado, la cuota de México se redujo un 5%. Este año, perderá el 7% de su agua.
Un grupo de agricultores se reunió recientemente en la oficina de la Comisión Nacional del Agua en Mexicali para escuchar a funcionarios del gobierno y expertos sobre lo que significan las reducciones, y para discutir formas de conservar. Miguel Ãngel RodrÃguez Todd, director regional del organismo, se dirigió al grupo.
†La cuenca del RÃo Colorado enfrenta una sequÃa extraordinaria, que afecta tanto a los Estados Unidos como a Méxicoâ€, dijo RodrÃguez a los agricultores, al explicar la reducción de los suministros.
Colorado River in Crisis is a series of stories, videos and podcasts in which Los Angeles Times journalists travel throughout the river’s watershed, from the headwaters in the Rocky Mountains to the river’s dry delta in Mexico.
Dijo que el cambio climático está reduciendo el caudal del rÃo desde su nacimiento, y eso exige esfuerzos de adaptación.
“Debemos esforzarnos en mejorar la gestión y manejo del aguaâ€, dijo RodrÃguez. “Tenemos que mejorar y caminar hacia la eficienciaâ€.
En el taller se trataron temas como la medición de caudales y el cambio de cultivos para ahorrar agua.
“Tenemos que empezar a actuarâ€, dijo de La Parra, que dirige el grupo medioambiental sin ánimo de lucro Restauremos El Colorado. Dijo a los agricultores que, si la escasez sigue empeorando, pueden producirse cortes aún mayores, y que tendrán que adaptarse haciéndose más eficientes.
“Tenemos la misma problemática que ustedes, solo que el cultivo es el cultivo de ecosistemasâ€, dijo de la Parra.
Su grupo es una de las seis organizaciones de una coalición llamada Raise the River, que se centra en restaurar los caudales en el delta del rÃo Colorado.
Hace más de un siglo, el delta del rÃo se extendÃa por 1,9 millones de acres de humedales y bosques. El conservacionista Aldo Leopold, que recorrió el delta en canoa en 1922, lo describió como “cien lagunas verdes†y dijo que remó por aguas “de un profundo tono esmeraldaâ€. Lo describió como un oasis repleto de peces, aves, castores, ciervos y jaguares.
En los años posteriores a su visita, el rÃo fue represado y sus aguas se enviaron por canales a granjas y ciudades.
Durante décadas, se ha desviado tanta agua que el rÃo rara vez se encuentra con el mar. Gran parte del delta se ha reducido a extensiones de cauce seco, y sólo sobreviven pequeños restos de sus humedales.
Restauremos El Colorado gestiona una de las tres zonas de restauración de hábitats del delta, donde los árboles autóctonos plantados hace seis años se han convertido en un bosque que cubre de sombra el humedal.
La primavera pasada, una corriente de agua salió de un canal y fluyó hacia el humedal, restaurando un tramo de rÃo donde antes habÃa kilómetros de arena desértica. El agua se liberó por segundo año consecutivo como parte de un acuerdo entre los gobiernos mexicano y estadounidense y con el apoyo de grupos ecologistas.
Tras los impulsos de agua, De la Parra y sus colegas han visto florecer la vegetación a lo largo del cauce del rÃo. Los biólogos han contabilizado unas 120 especies de aves. Y las cámaras activadas por movimiento han captado imágenes de castores nadando y royendo troncos de árboles.
Muchos afirman, entre ellos de La Parra, que los esfuerzos en el delta han sido un éxito rotundo, demostrando que incluso pequeñas cantidades de agua pueden servir para revivir ecosistemas que fueron en gran parte destruidos hace décadas, por lo que de la Parra considera que es crucial que continúen los trabajos de restauración. Pero, aunque los grupos conservacionistas tienen derechos de agua para mantener algunos humedales, el declive del rÃo plantea retos a sus esfuerzos.
La crisis del rÃo también presenta un momento crucial para que las granjas y las ciudades se adapten, dijo de la Parra.
“Espero que comprendamos que la crisis no es algo que debamos desaprovechar. “Tenemos que aprovecharla para impulsarnos hacia un modelo diferenteâ€.
Para las ciudades, dijo de la Parra, eso significa iniciativas como reciclar las aguas residuales, captar las aguas pluviales y probablemente invertir en la construcción de una nueva planta desalinizadora en Baja California.
Para los agricultores, dijo, hay oportunidades de ahorrar agua instalando sistemas de riego eficientes y abandonando cultivos sedientos como la alfalfa por otros que consuman menos agua.
“Es una revolución del agua lo que hay que hacerâ€, dijo de la Parra.
ConfÃa en que la gente pueda mejorar sus medios de vida consumiendo menos y “abrazando esta revolución del aguaâ€. También es optimista respecto a que las generaciones futuras puedan tener un delta fluvial con un ecosistema que funcione.
En junio, el agua que se liberó devolvió el caudal a un tramo del rÃo de unas 40 millas en la parte baja del delta. El agua llegó al Golfo de California durante la marea alta.
El caudal del rÃo llamó la atención. Junto a una carretera, donde el lecho del rÃo se transformó en un amplio estanque, empezaron a venir familias a relajarse los fines de semana y los niños jugaban en el agua.
Ãngela Meléndez, que trabaja para el Sonoran Institute, dijo que se sintió emocionada y conmovida al ver cómo volvÃa el rÃo.
Dijo que duele “cuando nuestro medio ambiente se degrada, se daña y se explotaâ€. Cuando el rÃo no llega al mar, dijo, “es como si una de tus venas no llegara al corazónâ€.
La mayor parte del tiempo, el estuario carece de rÃo. Las orillas cercanas a la desembocadura han sido esculpidas durante mucho tiempo por las mareas entrantes y salientes, que han dejado impresos en la arena dibujos de árboles ramificados.
El pueblo indÃgena cucapá que vive en el delta ha dependido tradicionalmente de la pesca. Los cucapá aún empujan barcas de madera en el estuario para pescar corvinas. Pero hay menos peces que antes.
Hilda Hurtado Valenzuela, de 68 años, miembro de la tribu y presidenta de una cooperativa pesquera cucapá, cuenta que cuando ella crecÃa, el rÃo siempre tenÃa agua. Su madre doblaba un alambre para hacer un anzuelo y lo cebaba con un trozo de tortilla.
“HabÃa mucho pescado porque el rÃo siempre traÃa aguaâ€, dijo Hurtado. “Ahorita ya no. Ya no tiene nadaâ€.
Dijo que el agua dulce que fluye hacia el agua salada crea un hábitat vital para que los peces se reproduzcan en el estuario. Sin ese flujo de agua, dijo, los peces han sufrido.
“DeberÃa de tener agua el delta del RÃo Coloradoâ€, dijo Hurtado sentada frente a su casa en la localidad de El Indiviso. “La pesca para el pueblo Cucapá es de lo que vivimos, de lo que nos alimentamos, pero es parte de nuestra cultura. Es parte de nuestra cultura el RÃo Coloradoâ€.
Dice que le preocupa que llegue un momento en que los peces que quedan desaparezcan porque no fluye agua.
“Necesitamos el agua del RÃo Colorado para la sobrevivencia de los peces, pero también para la sobrevivencia del pueblo Cucapáâ€, dijo. “Nosotros quisiéramos ver un rio con vidaâ€.
Se podrÃan salvar muchas cosas, dijo, si se reservara aunque sólo fuera una pequeña cantidad de agua para que el rÃo volviera a ser un rÃo y fluyera hasta su fin.
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