Apenas una minoría de trabajadores de saneamiento informan estar vacunados, lo que preocupa a grupos de activistas
En marzo de 2020, los equipos de saneamiento de Los Ángeles dejaron de hacer sus limpiezas más extensas en los campamentos para personas en situación de calle, con la esperanza de reducir las posibilidades de propagar el COVID-19 en las calles.
Más de un año después, la cantidad de residentes que se enfermaban por el virus se redujo y se reanudaron las limpiezas. Pero los defensores de las personas sin hogar advierten que los riesgos del COVID-19 aún están presentes y temen que las renovadas limpiezas propaguen el virus entre quienes no habitan una casa.
Al miedo se suma el hecho de que muchos trabajadores de saneamiento, posiblemente incluso la mayoría, todavía no han sido vacunados.
“La reanudación de estas actividades ahora indudablemente pondrá a los trabajadores de la ciudad no inoculados en contacto con personas en situación de calle, lo que podría tener consecuencias devastadoras para los individuos sin hogar, los empleados de la ciudad y toda la comunidad de Los Ángeles”, escribió Services Not Sweeps, una coalición de activistas centrada en este grupo poblacional, en una carta al concejal de la ciudad, Mark Ridley-Thomas, el mes pasado.
La ciudad nunca dejó de hacer sus limpiezas más pequeñas y menos invasivas de Limpieza y Compromiso Rápido, conocidas en inglés como CARE, que generalmente permiten que las carpas permanezcan en la banqueta.
Las operaciones CARE+, más completas y recientemente reiniciadas, requieren que todo se mueva (carpas, colchones, partes de bicicletas, etc.) para que las banquetas se puedan lavar a presión con una combinación de agua y cloro.
Los abogados y activistas de personas en situación de calle caracterizan las operaciones de limpieza más integrales de CARE+ como redadas, porque a veces hacen que los desamparados pierdan sus posesiones o se reubiquen permanentemente.
Las limpiezas de CARE+ se detuvieron la primavera pasada, cuando los líderes de la ciudad intentaron adherirse a la guía de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) contra la dispersión de los campamentos por temor a propagar el COVID-19.
Los defensores que trabajan en campamentos indican que las tasas de vacunación entre la población en situación de calle de Los Ángeles aún son relativamente bajas en comparación con la población en general. Los requisitos de inoculación aún no han entrado en vigor para los trabajadores de la ciudad que realizan las limpiezas.
Hace dos semanas, el Departamento de Salud Pública del Condado de Los Ángeles informó que se estima que el 43.5% de la población sin hogar está vacunada.
Los trabajadores de saneamiento pueden tener una tasa de vacunación aún más baja. Elena Stern, portavoz del Departamento de Obras Públicas, señaló que solo el 38% de los empleados han informado estar total o parcialmente inmunizado, mientras que el 58% aún no ha revelado su estado de vacunación. Los trabajadores tienen hasta el 19 de octubre para informar sobre el estado de su régimen de inoculación, señaló Stern. Los requisitos de vacunación se convertirán en una condición para el empleo en la ciudad al día siguiente.
Cuando los trabajadores de saneamiento se enteran de un brote o un caso positivo en un campamento, realizan “limpiezas puntuales” menos invasivas para permitir que las personas se refugien en el lugar y evitar el contacto con aquellos que integran el equipo de limpieza, explicó Stern. Los equipos de limpieza también deben usar cubrebocas N95, trajes protectores y guantes.
Los funcionarios de saneamiento argumentan que las limpiezas más completas también están impulsadas por preocupaciones de salud pública, para garantizar que los campamentos no sufran un brote de hepatitis, tifus u otras enfermedades. Durante las limpiezas de CARE+, los equipos de saneamiento tiran los objetos que tienen desperdicios de comida, desechos humanos u otros materiales peligrosos, detallaron las autoridades.
“Digamos, por ejemplo, que un lugar es propicio para una infestación de roedores”, explicó Salvador Rosales, inspector ambiental jefe de la Oficina de Saneamiento. “Eso puede causar una situación en la que el tifus podría afectar a los humanos”.
Después de una pausa de meses en la que las nuevas infecciones por coronavirus en personas en situación de calle promediaron menos de cuatro por día, comenzó un nuevo aumento a mediados de agosto que, desde entonces, ha tenido una media de 18 nuevos casos diarios. La cifra alcanzó un máximo de 26 casos nuevos por día antes de tener una tendencia a la baja.
Las investigaciones han demostrado que, en el condado de Los Ángeles, los pacientes sin hogar con COVID-19 tienen un 50% más de probabilidades de morir, en comparación con la población general.
Debido a que la mayoría de los trabajadores de saneamiento trabajan al aire libre, los riesgos de transmisión son menores, según Bárbara Ferrer, directora de salud pública del condado de Los Ángeles. Aun así, agregó, lo mejor que puede hacer la gente es vacunarse.
“Te proteges a ti mismo y a todos los que te rodean”, explicó. “En todos los lugares de trabajo y espacios, esa es la forma más sensata de avanzar”.
La carta a Ridley-Thomas señala que el gerente general del Departamento de Saneamiento reveló anteriormente que 70 miembros de los equipos de limpieza contrajeron COVID-19 durante la última oleada invernal.
Ridley-Thomas, quien se desempeña como presidente del Comité de Pobreza y Personas sin Hogar, comentó que su preocupación más urgente es que los trabajadores de la ciudad se inoculen más rápido. Además de los trabajadores de saneamiento, los funcionarios de la ciudad han indicado que solo el 56% de los empleados del Departamento de Policía de Los Ángeles, que también asisten en las limpiezas, han sido completamente vacunados.
Ridley-Thomas señaló que las estrategias aprobadas recientemente sobre cómo manejar el alcance de los campamentos ayudarán a sacar a más personas de la calle de la manera más humana posible. El plan exige la contratación de tres equipos de trabajadores sociales en cada distrito del consejo, que se enviarían para ayudar a sacar a la gente de la calle, explicó.
Los equipos de acercamiento ayudarán a generar confianza con las personas sin hogar, persuadiéndolas de que abandonen los campamentos y acepten refugio, agregó.
“Las herramientas a disposición de las fuerzas policiales son demasiado limitadas para ser útiles en este caso”, señaló.
El impulso para contratar a más trabajadores sociales se aceptó poco después de que el Ayuntamiento de Los Ángeles aprobara una ordenanza que permitiría a los líderes de la ciudad prohibir acampar alrededor de parques, bibliotecas, escuelas, puentes y otras áreas. Los críticos sostienen que la ley castiga a las personas por vivir en la calle.
El consejo aún no ha seleccionado ningún lugar para la aplicación.
El alcalde Eric Garcetti le comentó al Times, a principios de este mes, que era bueno comenzar de nuevo con las limpiezas, siempre que los trabajadores sociales también estuvieran ayudando a las personas a salir de las calles y entrar en residencias.
“Es un paquete completo de tratar de asegurarse de que nada quede demasiado incrustado en la calle, porque la gente muere en esa calle. Las personas se enferman en la calle”, señaló Garcetti.
Kim Olsen, una activista de personas en situación de calle en el Valle de San Fernando, va regularmente a las limpiezas y comenta que a menudo no son tan humanas como se dice. La limpieza de los campamentos ha perturbado a los desamparados que intentaban ponerse en cuarentena después de haber dado positivo o haber estado expuestos al COVID-19, explicó.
Olsen también agregó que la información que se transmite a las personas que no tienen un hogar es a menudo contradictoria o difícil de entender. Además, la gente en los campamentos que visita con regularidad enfatizan que, cuando se realizan las limpiezas, tienden a hacer que las posesiones sean destruidas o removidas.
Subrayó que los desplazamientos podrían promover la propagación del COVID-19 porque algunas personas se trasladan cuando ocurren las limpiezas y no regresan.
Leónidas Contreras, de 34 años, vive en un campamento de West Valley y dio positivo este mes por COVID-19. También padece asma, y el doble golpe lo dejó postrado en cama así como exhausto. Prepararse para la limpieza fue bastante difícil. Cuando ocurrió, les mencionó a los trabajadores sanitarios que estaba enfermo y se quedó en la carpa que comparte con su novia.
Cuando terminó, los trabajadores de saneamiento se habían llevado parte de la basura que había amontonado, pero no toda. También tiraron una lavadora de alta presión que había guardado para el negocio de limpia y reparación de motores que ha estado tratando de comenzar de nuevo, puntualizó Contreras.
En limpiezas pasadas perdió su papeleo de GED y la única foto de su hija.
“Imagínese simplemente tratar de solicitar un trabajo y obtenerlo, pero luego no saber si tendrá ropa para ir a laborar mañana”, comentó.
Los equipos de saneamiento publican avisos sobre las limpiezas de CARE+ con al menos 24 horas de anticipación. Una vez que comienzan, las carpas y otras posesiones que no tienen materiales peligrosos, pero que aún están en la banqueta, se etiquetan y se llevan a instalaciones de almacenamiento, donde se guardan 90 días antes de ser desechadas, según funcionarios de obras públicas.
Una vez que terminen las limpiezas, las personas en situación de calle pueden regresar al lugar en la banqueta donde se habían estado quedando, explicaron las autoridades.
Los redactores del Times, Doug Smith y Emily Alpert Reyes, contribuyeron a este artículo.
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