Un sitio para dormir, divertirse y matar: edificios abandonados de Los Ángeles se convierten en lugares de exterminio de la pandilla MS-13
Parecía simplemente otro edificio de apartamentos en Rampart Boulevard. Despojado de sus inquilinos para que una empresa constructora avanzara con sus planes de derribo y desarrollo de un rascacielos, las ventanas del edificio habían sido arrancadas de sus marcos y las puertas no tenían bisagras; los ladrones habían despojado el lugar de sus aditamentos.
Después entró un grupo de adolescentes y jóvenes, que anunciaron su ocupación ilícita con pintura blanca en aerosol sobre el lienzo verde colgado en una cerca de alambre: “MS CLCS”.
Eran de la camarilla de Coronado Lil ‘Cycos, de la Mara Salvatrucha, la pandilla conocida como MS-13, y habían convertido el edificio abandonado en un lugar para dormir, festejar, organizar reuniones, vender drogas; “cosas clandestinas que no quieren hacer abiertamente”, como explicó un detective de la policía de Los Ángeles en la Corte.
La pandilla tiene un nombre para lugares como este. El edificio se había convertido en un “exterminador”.
El “exterminador” de Rampart también era un lugar para matar. Tres personas fueron asesinadas dentro de sus habitaciones en ruinas, en 2017 y 2018, testificaron los detectives en una audiencia, el mes pasado, en el caso de dos presuntos miembros de la MS-13 acusados de los homicidios. Las autoridades sospechan que una cuarta víctima fue atraída al edificio, luego trasladada a las montañas sobre Los Ángeles y apuñalada hasta la muerte.
No se sabe cuántos sitios para exterminio marca la ciudad en un día determinado. Se han encontrado varios en los vecindarios de Los Ángeles que la MS-13 considera su territorio: Westlake, Pico Union, partes de Koreatown y de East Hollywood, donde la ola de gentrificación y la negligencia de los propietarios ausentes dan lugar a una cosecha de edificios abandonados o marcados para demolición. Estando vacíos, invitan a los miembros de las pandillas a hacer suyos los sórdidos interiores, al menos por un tiempo.
Los sitios utilizados para exterminar reflejan la miseria de la vida cotidiana de una pandilla formada principalmente por jóvenes y adolescentes pobres, que por lo general no tienen hogar o están separados de sus familias. Subsisten con el tráfico de drogas, el robo y la extorsión de vendedores ambulantes inocentes y delincuentes menores, que están más abajo en la cadena alimenticia del inframundo que ellos mismos. Una creencia paranoica, a menudo fuera de lugar, de que sus filas están sembradas de informantes de la policía, está profundamente arraigada en la pandilla, lo cual lleva a los miembros a enfrentarse entre sí.
Las vidas interrumpidas dentro del “exterminador” en Rampart estuvieron marcadas por la pobreza y las familias fracturadas, no muy diferente a las vidas de sus presuntos asesinos. Uno era tanto víctima como perpetrador: un miembro de la MS-13 que participó en el asesinato de un adolescente dentro del edificio derruido fue golpeado hasta morir, días después, en el mismo sitio.
Fuera de sus puertas, la vida seguía en Rampart Village, un vecindario densamente poblado de Los Ángeles en el corazón del territorio de la MS-13. Todos los días, innumerables personas caminaban y pasaban junto al “exterminador”, ajenas a sus secretos.
En una tarde reciente, dos mujeres vendían bolsas de Hot Cheetos y racimos de plátanos dorados debajo de un dosel en la acera de Rampart. Ancianos jugaban a las cartas en el exterior de un complejo de apartamentos, en un jardín muy cuidado y lleno de plantas con flores. Los niños se perseguían unos a otros en la franja de hierba entre la acera y la calle.
Nunca estuvieron a más de unos pasos de los recordatorios pintados con aerosol de la presencia de la MS-13. Garabateadas en aceras, cajas eléctricas, árboles, fachadas de edificios están las letras “MS X3 CLCS RLS”, abreviatura de Coronado Lil ’Cycos y la otra camarilla de la MS-13 del vecindario, Rampart Locos.
La mañana del 18 de abril de 2019, Francisco Madrid fue encerrado en la cárcel del sótano de la estación de la calle 77 del Departamento de Policía de Los Ángeles en el sur de Los Ángeles.
La policía sospechaba que Madrid había matado a tres personas cuyos cuerpos, atados y apuñalados, habían sido encontrados en el Bosque Nacional Ángeles, el Parque Elysian y el sur de Los Ángeles.
Creyendo que su compañero de celda también pertenecía a una pandilla, Madrid, de 22 años, se presentó como “Lil’ Serio” de la camarilla de Coronado de la MS-13, testificó el detective Frank Flores, del LAPD. De hecho, el hombre era un informante pagado, relató Flores, y la celda había sido equipada con dispositivos de grabación secreta.
Los detectives escucharon mientras Madrid le contaba a su compañero de celda sobre Raylynn Josephine Deanne Hernández, quien cuando era adolescente se había escapado de su casa en San Bernardino y terminó en Los Ángeles, donde se unió a la camarilla de Coronado a la que pertenecía Madrid, según el testimonio de Flores.
Hernández tuvo problemas con la policía y luchó para mantenerse. Cuando fue arrestada por robo de automóvil, le dio a la policía la dirección de su casa en el sur de Los Ángeles, pero durante uno de varios arrestos dijo que era transitoria, según muestran los documentos de archivo de la cárcel. Ella figura en los registros de la cárcel como una “señora de la limpieza”, o como desempleada.
Madrid le dijo a su compañero de celda que él y otros sospechaban que Hernández, que tenía 21 años en ese momento, era amiga de los miembros de 18th Street, el grupo acérrimo rival de la MS-13. A algunos en la pandilla les preocupaba que los hubiera visto con un miembro de la 18th Street, que luego desapareció y se cree que fue asesinado, testificó Flores.
Creyendo que Hernández era una “rata”, Madrid le dijo a su compañero de celda que él y otros miembros de Coronado la golpearon con un bate hasta matarla, en el “exterminador” Rampart, y luego enrollaron su cuerpo en una alfombra, relató Flores. Según Madrid, otros miembros de la pandilla sacaron su cuerpo del edificio, dijo el detective.
Un automovilista conducía por Angeles Crest Highway en la víspera de Navidad de 2017, cuando vio un rastro de sangre saliendo del costado de la carretera. Pensando que un animal podría haber sido atropellado por un automóvil, se detuvo y miró por un terraplén. El cuerpo de Hernández estaba a unos 10 pies de la ladera de la montaña.
Sus tobillos, muñecas y boca estaban atados con cinta adhesiva. La habían apuñalado, golpeado en la cabeza con un arma de filo pesado, estrangulado con una ligadura y golpeado, según un informe forense.
Madrid y su coacusado, Kevin Mejía, se declararon inocentes de tres cargos de asesinato. También hay grabaciones de Mejía hablando de varios homicidios, con un compañero de celda que creía que era miembro de una pandilla, testificaron los detectives.
Los abogados de ambos acusados disputaron la exactitud y legitimidad de las declaraciones grabadas obtenidas durante la operación de la cárcel.
Los “exterminadores” son más que un telón de fondo para crímenes macabros. Reflejan la realidad de que la MS-13, a pesar de toda su violencia y temible reputación, está formada en su mayoría por adolescentes y hombres jóvenes pobres cuyos lazos con la familia son a menudo débiles o inexistentes.
Los miembros de la MS-13 suelen venir a Estados Unidos desde Centroamérica como menores no acompañados y con pocos familiares, si es que tienen alguno, en Los Ángeles. A menudo viven al día, y ganan algo de dinero vendiendo drogas y usando amenazas de violencia para ahuyentar a los vendedores ambulantes y delincuentes de bajo nivel en los vecindarios que la pandilla considera su territorio.
A menudo no tienen hogar. Muchos viven en “ciudades de tiendas de campaña” en MacArthur Park y alrededores de Westlake, escribió recientemente un detective del LAPD, en busca de una orden para registrar la tienda de campaña de un presunto miembro juvenil de la MS-13, en 6th Street.
Otros miembros están en los límites de la falta de vivienda, afirmó Steven Dudley, autor del libro de reciente publicación “MS-13: The Making of America’s Most Notorious Gang”. Es “una parte poco entendida de la vida de las pandillas”, indicó, que los fugitivos, los marginados que buscan escapar de hogares abusivos o los hombres jóvenes que dejaron a su familia para venir a Estados Unidos pueden terminar en un “exterminador”, remarcó Dudley.
Más que un simple lugar para dormir, son centros sociales donde los miembros de la MS-13 encuentran compañía y operan “mini economías criminales”, revendiendo bienes robados, comercializando drogas, manejando prostitutas, almacenando armas, escondiéndose de la policía, según Dudley.
“Literalmente, su nombre proviene del hecho de que con el tiempo, sus actividades llevarán a la ‘“exterminación”’ de la propiedad”, dijo. “Y ese nombre permanece”. De hecho, está lo suficientemente marcado como para que los miembros de la MS-13, que hablan principalmente español entre ellos, todavía llamen a los edificios “exterminadores”, agregó Dudley.
Miguel Sánchez y Christopher Bernal siguieron caminos similares al del “exterminador” en Rampart, el lugar donde uno ayudaría a matar al otro y luego moriría él mismo.
Bernal, de 22 años, era un inmigrante salvadoreño sin familia conocida en Estados Unidos. Detenido cerca de MacArthur Park en 2016, le dijo a la policía que no tenía hogar y que trabajaba como un “limpiador a fondo”, según los registros de archivo.
Para su camarilla de la MS-13 era conocido como “Big Killer” y “Maleante”, testificó la policía. Tatuadas en su pecho estaban las palabras: La memoria de los muertos en la mente de los vivos.
A los 14 años, Sánchez dejó su ciudad natal de Soyapango en las afueras de la capital salvadoreña, San Salvador. Viajó hacia el norte, cruzó a Estados Unidos con la ayuda de un contrabandista y se instaló en Los Ángeles. Como estudiante en el Edward R. Roybal Learning Center, en Westlake, comenzó a juntarse con pandilleros.
El oficial Daniel Cárdenas, que trabaja en un destacamento de pandillas en la División Rampart del LAPD, testificó que Sánchez le había dicho que era miembro de la camarilla de Coronado. El adolescente se había levantado una vez la camisa para mostrarle el tatuaje que le cubría la espalda. Entintada de hombro a hombro había una mano esquelética, entre el signo de la pandilla: pulgar, dedo medio y anular unidos, dedos índice y meñique extendidos. La señal del diablo, explicó Cárdenas.
Dentro del “exterminador”, Madrid, Bernal y otros miembros de la pandilla acusaron a Sánchez de ser un “PC”, un término de la jerga para designar a un informante de la policía -abreviatura en inglés de custodia protectora, la unidad especial en la cárcel que alberga a los presos que cooperan con las fuerzas del orden-, testificó Flores.
Sánchez había pedido clemencia, le dijo Madrid a su compañero de celda, imitando los ruidos que supuestamente había hecho el adolescente mientras rogaba por su vida, según el detective. Madrid indicó que después de que él, Bernal y los demás lo mataron, condujo el auto de Sánchez al sur de Los Ángeles y abandonó el vehículo con el cuerpo dentro, testificó el detective.
Días después, la pandilla se volvió contra Bernal. Los detectives escucharon mientras Madrid relataba cómo él y otros se habían enfrentado a Bernal dentro del “exterminador”, llamándolo “peseta”, jerga para alguien que ha cooperado con la policía, declaró Flores.
Después de matar a Bernal, cargaron el cuerpo en el automóvil de Bernal y lo arrojaron en Elysian Park, cerca de la academia de entrenamiento de la policía de Los Ángeles, relató Madrid, lanzándole piedras antes de partir, según añadió Flores. Madrid llevó el auto de Bernal a un mecánico y le dijo que limpiara el vehículo y luego lo vendiera, conforme al detective.
El cuerpo de Bernal fue encontrado la mañana del 22 de febrero de 2018, tendido boca abajo en la ladera de una colina en Elysian Park. Sus muñecas y tobillos se encontraban atados con cordones de zapatos, y sus pantalones cortos rojos estaban bajo sus rodillas. Su cráneo y pómulos se encontraban destrozados y sus dientes salidos de la mandíbula, con heridas consistentes a que fue golpeado con un bate de béisbol, testificó un médico forense adjunto.
La búsqueda de Sánchez, mientras tanto, continuaba. Su novia lo había denunciado como desaparecido y les había dicho a los agentes de policía de Los Ángeles que lo había visto por última vez cuando él la dejó en el trabajo, en su Honda Civic blanco, según un informe forense. Se suponía que debía haber regresado a recogerla.
Sánchez había intentado dejar la MS-13 después de ser arrestado un año antes, informó la novia, y ella “temía que pudieran ser los responsables”, escribió un investigador forense.
La mañana del 1º de marzo de 2018, los oficiales del LAPD revisaron un Honda Civic blanco en un callejón cerca de 83rd Street y Hoover, en el sur de Los Ángeles. Estaba estacionado ilegalmente y había una multa debajo de uno de los limpiaparabrisas.
Encontraron el cuerpo de Sánchez en la cajuela, envuelto en mantas. Su cráneo estaba roto. Lo habían apuñalado en el corazón.
Las autoridades han encontrado sitios de aniquilación en edificios sobre James M. Wood Boulevard, en Westlake, Mariposa Avenue en East Hollywood y Berendo Street en Koreatown.
Las estructuras sobre Berendo, dos edificios de apartamentos centenarios en ruinas, todavía están en pie. Una construcción con tablas cuyo piso superior fue destruido por el fuego, parecía estar todavía habitado en una tarde reciente, aunque no estaba claro quién se encontraba adentro. Láminas de madera contrachapada clavadas sobre las ventanas y puertas lucían pintadas con aerosol, con grafitis de MS-13. Ningún inquilino vivió allí durante al menos cuatro años, según los registros de planificación de la ciudad.
En 2019, un reportero de The Times logró entrar a un “aniquilador” en un edificio desierto, cerca de 8th e Irolo Street, en Koreatown. Sobre una mesa estaban esparcidas botellas vacías de cerveza y licor, y un extraño aparato de iluminación con forma de cabeza de carnero. En una pared desde el suelo hasta el techo estaban pintadas las palabras: “En memoria del perro”.
Hoy, todo lo que queda del “aniquilador” donde se dice que murieron Hernández, Bernal y Sánchez es un terreno baldío. Está invadido por la maleza y algunos árboles raquíticos, lleno de paquetes de cigarrillos vacíos y cajas de cartón descoloridas de cerveza Modelo; es como un diente faltante en una fila ininterrumpida de grandes y bulliciosos edificios de apartamentos que bordean el amplio bulevar.
Los propietarios del lote, una empresa desarrolladora con oficinas en Wilshire Park, obtuvieron la aprobación de la ciudad para demoler a fines de 2017. En su lugar prevén levantar un complejo de apartamentos de seis pisos y 53 unidades, con una terraza en la azotea.
Rubén Vives y Brittny Mejía, redactores de The Times, contribuyeron con este artículo.
Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.
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