Enamorada y en el limbo: una ranchera de Texas fue separada de su flamante esposo por la política de inmigración
Kathleen Morriss dispara un rifle calibre 22 para librar su jardín de “alimañas”. Esta veterinaria tiene un profundo amor por los animales, particularmente por los caballos y cabras que cría en su rancho de 5.000 acres en Junction, Texas, una ciudad de 2.574 habitantes que votó abrumadoramente por la reelección de Donald Trump.
A sus 31 años, la hacendada de quinta generación siempre pensó que encontraría a su esposo en EE.UU. Pero en 2016, se unió a un sitio de citas en línea para cristianos ortodoxos y se enamoró de Falko König, de 32 años, agrónomo y residente del sur de Brasil.
Rápidamente conectaron gracias a su amor por los gatos y el aire libre. Se enviaron mensajes instantáneos, se hablaron por Skype y se visitaron en dos países durante años.
A pesar de estar en una zona horaria diferente, él se aseguraba de esperar despierto para enviarle a ella un mensaje de texto y cerciorarse de que llegara bien a casa cuando Kathleen trabajaba hasta altas horas de la noche. En sus visitas a Brasil, él era el tipo de hombre que le abría las puertas y caminaba por el lado de la calle, entre ella y los vehículos.
Cuando König la visitó por primera vez en Texas, Morriss le mostró el riachuelo, los grandes árboles de nuez pecan y los caballos en el rancho que su madre heredó de sus abuelos. Él comprendió que la tierra de su familia mantenía a Morriss arraigada a quién era ella, su tradición y su gente. Y accedió a dejar su tierra natal para estar a su lado.
Así, intercambiaron votos en febrero de 2019 en una ceremonia íntima en Texas, donde planeaban establecerse.
“Me gusta que esté dispuesto a vivir aquí y no en una gran ciudad”, reconoció Morriss.
Pero el matrimonio los atrapó en la maquinaria burocrática del sistema de inmigración de Estados Unidos. Cuando Morriss solicitó una visa de cónyuge para König, en mayo de 2019, la pareja pensó que tomaría poco más de un año en obtenerla para que él finalmente se reuniera con ella, en Texas. Pero 14 meses después, en julio de 2020, König seguía esperando en Brasil.
A primera vista, parecería que la pareja tenía todas las ventajas para navegar por el laberinto de inmigración. Ambos son profesionales; ella es ciudadana estadounidense. Él es ciudadano no solo de Brasil sino también de Alemania. Tenían los medios para gastar miles de dólares en solicitudes y honorarios de abogados.
Es más, una visa para los cónyuges de ciudadanos estadounidenses es una de las más fáciles de obtener. No hay límites en la cantidad de visas que se otorgan por año —que sí existen en otros tipos de patrocinios, para los cuales los tiempos de espera pueden ser de hasta 40 años—.
Aún así, Morriss y König se unieron a las filas de cientos de miles que han tratado de reunirse con sus seres queridos, solo para ser obstaculizados por las políticas de inmigración más estrictas de la administración Trump y una pandemia global descontrolada, que ha cerrado muchas embajadas y consulados de Estados Unidos desde marzo.
Los cierres han dejado a miles de cónyuges extranjeros atrapados en sus países de origen, sin poder asistir a las entrevistas necesarias para la emisión de sus visas.
A mediados de noviembre, el Departamento de Estado anunció que se reanudarían los servicios de visas en algunas embajadas y consulados, sin precisar en cuáles ni cuándo. Aún así, es probable que los cónyuges enfrenten tiempos de procesamiento importantes. Aunque el presidente electo, Joe Biden, prometió desentrañar muchas de las políticas de inmigración más restrictivas de su predecesor, algunas serán logística y políticamente complicadas de revertir.
Sin embargo, acortar los tiempos de espera para las visas de cónyuge brindaría una solución relativamente rápida para parejas como Morriss y König, consideró Julia Gelatt, analista de políticas sénior del Migration Policy Institute, un grupo de expertos con sede en Washington D.C. “Realmente solo se necesita una nota”, detalló Gelatt, para iniciar el proceso de acelerar la revisión de las solicitudes.
El mayor obstáculo es que Biden tendrá una larga lista de asuntos domésticos en los que centrarse primero. “Esto puede no estar en la parte superior de la lista de prioridades”, consideró Gelatt.
Aunque Trump fue más elocuente en su batalla contra la inmigración ilegal, también libró silenciosamente una guerra contra la inmigración autorizada, al limitar las opciones para que los extranjeros migren a este país por la vía legal, para trabajar o para reunirse con su familia.
Muchos de sus esfuerzos pasaron por alto al Congreso, confiando en cambio en acciones ejecutivas, cambiando regulaciones o modificando políticas mediante memorandos. Algunos de estos ordenaron a los funcionarios de inmigración que implementaran tarifas más altas, una investigación exhaustiva y formularios más largos, que dificultaran cada vez más la solicitud y aumentaran los tiempos de espera.
Antes de que Trump asumiera el cargo, los tiempos de procesamiento de las solicitudes de visa eran en promedio de menos de un mes a apenas dos años, dependiendo de la visa, indicó Gelatt. Durante la administración de Trump, el tiempo que tomó procesar muchas de estas visas se duplicó, lo cual podía alcanzar hasta cuatro años.
Los tiempos de espera para las visas de cónyuges extranjeros también aumentaron sustancialmente.
Durante el verano, mientras el caso de König permaneció en el limbo, Morriss describió el proceso de solicitud como una “pesadilla”.
Todo tiene que estar exactamente bien. Si te equivocas en un formulario, hay retrasos”, comentó la mujer en julio. “Falko no tiene antecedentes penales; estamos legalmente casados. Déjenlo entrar y decidan si es un matrimonio falso”.
Separados y a la espera, la pareja se las arregla enviándose mensajes varias veces al día en WhatsApp. A pesar de la creciente pandemia, Morriss voló a Brasil en algunas ocasiones para pasar tiempo con König.
La pareja se acercó aún más durante esas visitas. A Morris le gustan los caballos, así que cada vez que la pareja caminaba por los alrededores de un campo con equinos, cerca de la casa de sus suegros, König se detenía y recogía pasto para que los animales vinieran a saludarla.
Cuando llegaba el momento de despedirse, esperaba con ella en el aeropuerto hasta el último minuto, justo cuando ella desaparecía en la línea de seguridad.
Antes de que Trump asumiera la presidencia, los tiempos de procesamiento de la visa de cónyuge oscilaban entre nueve meses y un año. Después, aumentaron hasta 15 meses, comentó Dan Kowalski, abogado y académico de inmigración con sede en Colorado.
En la búsqueda de frenar la inmigración legal, la administración Trump ordenó a los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos que se enfocaran en posibles fraudes de las solicitudes para inmigrantes y no inmigrantes.
“La administración Trump está obsesionada por el fraude imaginado o percibido”, añadió Kowalski. “Están convencidos de que todo el mundo es un mentiroso y un tramposo, ya sea Ford Motor Co. o una mujer en Texas”.
Solo unos meses después de asumir el cargo, en marzo de 2017, Trump emitió un memorando en el que ordenaba al secretario de Estado, al fiscal general y al Departamento de Seguridad Nacional que mejoraran la selección y el examen de las solicitudes de inmigración.
Eso significó que los recursos y el dinero se desviaran del procesamiento de aplicaciones para centrarse en la detección de fraudes y aplicar altos niveles de escrutinio a todas las solicitudes, indicó Gelatt, el analista de políticas.
“Ha habido una severa desaceleración en el procesamiento de solicitudes en USCIS”, dijo, “y si el personal ahora pasa más tiempo examinando visas de inmigración basadas en empleo, tienen menos horas para procesar visas de cónyuges”.
Además, Trump aumentó la cantidad de trámites para las solicitudes de inmigración. Los formularios se volvieron más largos y tediosos. Por ejemplo, la solicitud para que un ciudadano estadounidense patrocine a un cónyuge es nueve veces más extensa que antes. Los peticionarios también enfrentaron más pedidos de evidencia, lo cual prolongó el proceso.
Quizá lo más impactante es que la administración Trump revisó una regla de “carga pública” que esencialmente prueba la riqueza de los inmigrantes antes de otorgarles estatus legal o admitirlos en el país.
En la era Trump, la regla se interpreta de manera amplia para reducir la cantidad de personas elegibles para tarjetas de residencia y otras visas, al redefinir lo que las hace dependientes de los beneficios del gobierno, o que “probablemente” se vuelvan dependientes de estos en el futuro. La Corte de Apelaciones del Noveno Circuito de EE.UU anuló parcialmente la revisión del presidente, pero es probable que se apele el fallo.
König es un profesional de clase media con un trabajo bien remunerado, que acaba de terminar su maestría en biotecnología. Aún así, Morris debió firmar documentos prometiendo apoyar económicamente a su esposo si él no podía mantenerse, incluso en caso de divorcio.
La petición de Morriss tardó más de ocho meses en aprobarse en USCIS y llegar al Centro Nacional de Visas del Departamento de Estado, que sirve como intermediario entre el peticionario y el Consulado de EE.UU en el país de origen del solicitante de la visa, y organiza la entrevista de visa en un consulado en el extranjero.
El centro procesó la petición en mayo. Pero para entonces, el consulado en Río de Janeiro había cerrado en respuesta a la pandemia de COVID-19.
A pesar del cierre, la pareja mantuvo la esperanza de que el caso de König siguiera adelante. Pero Morriss se preocupó a mediados del verano cuando todavía no habían recibido noticias del consulado sobre la fecha de la entrevista.
Ella llamó y envió un correo electrónico al consulado, donde los funcionarios dijeron que no sabían cuándo podrían reabrir para ayudarla. Se unió a grupos de Facebook con otras personas en situaciones similares de todo el mundo. Había un hombre de Los Ángeles cuya esposa todavía esperaba en Pakistán; una mujer de Arizona había solicitado a su esposo nigeriano en enero de 2019, pero seguía separada de él.
Morriss se acercó a los representantes de su gobierno, quienes en su mayoría ignoraron sus súplicas. “Mi tatarabuelo abrió nuestro rancho en 1879. Actualmente mi madre lo dirige, y yo la ayudo tanto como puedo. Es un trabajo muy duro para dos personas, especialmente cuando también tengo que trabajar fuera del rancho”, escribió Morriss en una carta del 5 de julio, dirigida al senador republicano de Texas Ted Cruz. “Necesitamos que mi esposo esté aquí para que nos ayude a cuidar la tierra de nuestra familia y el ganado, que contribuye al suministro de alimentos de Estados Unidos”.
Cruz le respondió con una carta modelo, indicándole que llamara al consulado en Río.
Morriss no pensaba mucho en la inmigración antes de conocer a König. “Era un tema abstracto. Realmente no me afectaba mucho personalmente. Pero ahora, ¿habiendo pasado por eso? Puedo ver lo burocrático, caro y difícil que es”.
Morriss, una partidaria de Trump que se describe a sí misma como libertaria, no culpa al presidente saliente por su situación, pero sí está en desacuerdo con un sistema de inmigración que, según ella, debería someterse a una “enorme reforma”. Además, responsabiliza tanto a los demócratas como a los republicanos por construir una burocracia “sobrerregulada”. “Mucha gente trabajadora quiere venir, pero es simplemente imposible”, comentó. “¿Por qué no simplificar el proceso? Entonces las personas no tendrían que hacerlo ilegalmente y no les costaría una fortuna”.
Morriss, que vive a unas dos horas en auto de la frontera entre Estados Unidos y México, no aprueba la inmigración ilegal. “Pero entiendo completamente por qué la gente lo hace”, remarcó. “Nadie desea esperar tanto. Quiero decir, ¿quién va a esperar 30 años? Es una locura”
Sin embargo, no espera que Biden mejore mucho la situación. “Dudo que eso sea lo primero en su lista, permitir el ingreso de algunos cónyuges de ciudadanos estadounidenses al país”, dijo.
Cuando la pareja se dio cuenta de que podrían haber llegado a un callejón sin salida con el consulado en Brasil, decidieron trasladar su caso al de Frankfurt, Alemania, debido a la ascendencia de König. El Consulado de Estados Unidos en Frankfurt aceptó la petición de Morriss y le concedió a König una entrevista a fines de septiembre.
El 18 de noviembre, él finalmente llegó a Texas, justo a tiempo para celebrar su primer Día de Acción de Gracias con su esposa.
La mayoría de los días, la pareja los pasa haciendo trámites para completar el proceso, como solicitar la licencia de conducir para König, obtener una licencia para portar un arma de fuego y comprar un suéter navideño en el Walmart local.
El resto del tiempo lo pasan en el rancho. König aún no ha recibido su tarjeta verde física y es probable que no llegue por varios meses debido a los retrasos.
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