Columna: Sin trabajo, desesperados y hambrientos esperan en largas filas por comida
Mientras el coronavirus vuelve a surgir, el Banco Regional de Alimentos de L.A. se ve abrumado con gente que trata de mantener a sus familias alimentadas
Jeanette Allen esperó y esperó en una fila de autos que se extendÃa por la avenida Haskell y hacia el este en la calle Parthenia hasta la carretera 405, y cuando finalmente llegó hasta la carpa donde distribuÃan alimentos en North Hills, un voluntario le pidió que abriera la cajuela de su auto.
“El maletero no abreâ€, dijo Allen, que conducÃa un sedán Hyundai blanco del 2002.
“¿Quiere que le demos las cosas por la ventana?â€, le preguntaron.
Le entregaron cuatro cajas de productos frescos que apiló en el asiento del pasajero. Allen dijo que habÃa recibÃdo un cheque por discapacidad del Seguro Social y tenÃa sus ingresos como niñera. Pero entonces la madre del niño que cuidaba perdió su trabajo debido al colapso económico y la desempleó.
“Lo extraño muchoâ€, dijo Allen sobre el niño que cuidaba. “Amo a mi bebeâ€.
Allen comentó que ella y sus dos hermanas comparten un apartamento en Van Nuys con un presupuesto muy apretado, y esta era la cuarta o quinta vez que habÃa ido para recibir alimentos desde que dio inicio la pandemia. “Cuando pago mis cuentas, termino en bancarrotaâ€, dijo Allen. “Tengo alrededor de $2 conmigo en este momento, y está en monedasâ€.
El director del Banco Regional de Alimentos de Los Ãngeles, Michael Flood, señaló que los totales de distribución de alimentos de su organización sin fines de lucro aumentaron un 70% durante el año pasado. El equivalente a 27.5 millones de comidas se han entregado desde marzo, y aunque se siente gratificante ofrecer la asistencia, Flood dijo: “Es desgarrador tener una larga fila de autos y ver cuántas personas están luchando por alimentar a sus familiasâ€.
El jueves, el banco de alimentos trajo suficiente comida para donar a 1.500 familias que condujeron hasta New Horizons, una organización sin fines de lucro que atiende a personas con necesidades especiales. El dÃa anterior, 2.400 familias fueron atendidas en Whittier.
Los números reflejan nuestro fracaso para manejar el virus, contrario a lo que sucedió en otros paÃses en los que se respetaron las medidas de distanciamiento social y el uso de mascarillas. Aquà dudamos, somos desafiantes y egoÃstas, con demasiadas personas tomando el liderazgo de un presidente que presionó por una reapertura rápida que ahora nos está aplastando.
Pero hay mucha culpa por parte de todos. California todavÃa no ha descubierto estrategias coherentes para las pruebas y el rastreo, y los residentes están comprensiblemente confundidos por los mensajes conflictivos y cambiantes del gobernador Gavin Newsom sobre lo que podemos y no podemos hacer.
Entonces, en lugar de disfrutar de cierta libertad el fin de semana del 4 de julio, las playas y restaurantes estuvieron cerrados porque California ha visto un aumento alarmante en nuevos casos y hospitalizaciones. Somos un estado con una crisis de pandemia, no mucho mejor que Arizona, Texas y Georgia, que se apresuraron a reabrir.
Y las vÃctimas están en sus vehÃculos, inactivos con miembros de la familia, incluidos niños en asientos para bebés, desesperados por comida para mantenerse un poco más de tiempo.
“Al principio nos metimos en la lÃnea equivocadaâ€, dijo Larry Latham, quien llegó a las 9 de la mañana junto con su esposa Sittit y vio tantos vehÃculos delante de él que se confundió sobre dónde se suponÃa que debÃa hacer fila.
Todo este interés en perros y gatos ha creado un auge en los informes de fraude relacionados con mascotas
Finalmente llegaron al frente de la fila a las 11:15. Larry, un técnico de laboratorio de cine sin empleo, dijo que habÃa estado discapacitado y finalmente se aprestaba a regresar a su trabajo cuando la economÃa se vino abajo. Sittit es un asistente de salud en un hogar y trabaja en promedio dos dÃas a la semana.
Mahdi Tavazoei, un ingeniero mecánico sin trabajo, recogió algo de comida junto con su esposa, Nahid, una estudiante de enfermerÃa. Relató que habÃa estado conduciendo un Uber, pero que lo ha dejado por ahora.
“Tengo miedo del virusâ€, dijo, y señaló que él y su esposa sobrevivÃan con sus ahorros. “No tengo trabajo y estoy contando cada dólarâ€.
Meg Arakelians, una de las trabajadoras en la lÃnea de alimentos, es una asistente de la biblioteca del condado de Los Ãngeles que está cerrada debido al virus. Ella y algunos colegas son asignados ocasionalmente para ayudar con estas donaciones.
Arakelians es una de varios trabajadores que recibirÃan su propia comida al final de su turno. Ella dijo que vive con su hermana y sus padres, y dos de los cuatro están sin trabajo.
“¿Entonces esta donación de alimentos realmente te ayudará?â€, le pregunté.
Ella me dijo que la comida no era para su familia; se la iba a entregar a unos amigos.
“Perdieron sus trabajos y tienen dos hijosâ€, expuso Arakelians, “asà que realmente necesitan la ayudaâ€.
Los voluntarios, algunos de los cuales trabajan durante todo el año, ayudan a hacer del Banco Regional de Alimentos de Los Ãngeles la gran organización sin fines de lucro que es. Mi esposa hizo un turno de un dÃa en una donación de comida en Highland Park hace varias semanas y me contó sobre un joven graduado de Cal State Fullerton con el que entabló comunicación, Alexis Jaime, quien le dijo que planeaba trabajar unos 50 turnos como voluntario mientras esperaba recibir noticias de sus aplicaciones de posgrado.
Un activista de la salud ha visto un sombrÃo ejemplo de disparidades en la salud en las tragedias de su propia familia por COVID-19.
“Creo que he hecho más de 30 desde principios de marzoâ€, expuso Jaime cuando llamé para preguntarle cómo iban las cosas. Dijo que las familias de habla hispana se han abierto a él en las lÃneas de comida para hablar sobre sus dificultades financieras durante la pandemia. Perdieron empleos, horas de trabajo y el equilibrio económico que apenas podÃan mantener incluso antes de que la economÃa cayera.
“Esta mujer estaba llorando, diciendo que perdió su trabajo y que pasaba un momento realmente difÃcilâ€, relató Jaime, quien ha querido ser médico desde que tenÃa 10 años y su abuelo murió después de una cirugÃa intestinal. Su otro abuelo ahora tiene COVID-19, reveló Jaime, y si queda algo de comida, llevará cajas a familiares y amigos para que no tengan que arriesgarse a ir a la tienda.
En la donación del jueves, encontré a tres personas que estaban allà como voluntarias porque tenÃan tiempo libre después de perder sus empleos.
Allie Rosen, recién salida de la universidad, perdió su trabajo como técnico en Six Flags Magic Mountain. Comentó que primero se interesó en el servicio público en la escuela preparatoria, y que estar en la lÃnea de comida parecÃa una buena manera de echar una mano.
James Rickman, quien perdió su trabajo como editor de una revista, dijo que se ha ofrecido como voluntario en varias donaciones de comida. Es en parte porque quiere ser útil, señaló. Y también “para ayudar a lidiar con este sentimiento de desesperaciónâ€.
A.J. Norris relató que perdió un pequeño negocio de ventas y que ocasionalmente trabaja en el jardÃn. Con tiempo extra en sus manos, querÃa “hacer algo para servir a la comunidadâ€. Cuando le pregunté por qué, dijo: “Porque mucha gente está luchando por sobrevivirâ€.
La larga fila de autos serpenteante confirmó su evaluación.
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