De escépticos a defensores: Los latinos adoptaron rápidamente el uso de máscaras para luchar contra el coronavirus
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Antes de convertirse en devota de los cubrebocas, Rosalina Nava era escéptica.
A pesar de que muchos de sus vecinos inmigrantes asiáticos en el Valle de San Gabriel las usaban cada vez más para protegerse contra la creciente amenaza del coronavirus, esta reportera especializada en temas judiciales, de 42 años de edad, se resistía a usar una; le parecían raras y frías. En este sentido, eso la convertía en la típica latina, el grupo más grande de California.
Pero a mediados de marzo, incluso antes de que muchos lugares comenzaran a exigir el uso de máscaras en público, Nava y muchos otros latinos no sólo comenzaron a llevarlas, sino que se convirtieron en defensores del artículo, y presionaron a sus seres queridos, parejas y compañeros de trabajo para que los utilizaran también.
Nava persuadió a su pareja para que se colocara una, y él a su vez convenció a sus tías, tíos y primos que viven en Riverside para que se las pusieran, incluso antes de que el Condado exigiera el uso obligatorio, el 4 de abril pasado.
“Era estresante ver a todos usando estos cubrebocas, y realmente no entender lo que estaba pasando”, comentó Nava. “Pero cuando me di cuenta de lo mortal que era el coronavirus, pensé que era hora de convertir ese miedo en acción”.
Aunque incompletos y basados en una muestra limitada, los datos preliminares publicados la semana pasada por el condado de Los Ángeles mostraron que los latinos, casi la mitad de la población, representan poco más de una cuarta parte de las muertes por coronavirus. Los expertos afirman que la tasa de mortalidad más baja podría deberse en parte al hecho de que esa comunidad tiende a ser más joven que otros grupos demográficos.
Pero también les preocupa que pudiera haber un aumento en los decesos de latinos debido a factores tales como tasas de pobreza relativamente altas en la población, hogares más grandes y el trabajo en campos que a menudo les exige estar fuera de casa.
La principal funcionaria de salud pública del Condado, la Dra. Bárbara Ferrer, advirtió en contra de sacar conclusiones basadas en las cifras, dado que estas se fundamentaron en el 57% de las muertes reportadas. Sin embargo, se alinean con la información dada a conocer la semana pasada por el equipo de gobernación de Newsom, que también mostró que los fallecimientos de latinos en todo el estado tienen un porcentaje menor que el de la población general de California.
Una encuesta de Pew Research, de marzo pasado, descubrió que aproximadamente dos tercios de los adultos latinos consideraban que el brote de coronavirus era una amenaza importante para la salud de la población de EE.UU. No está claro si esto generó cambios en el comportamiento social, incluido el uso de máscaras y otras precauciones que podrían reducir la propagación del virus.
Si bien los expertos están divididos sobre la efectividad de los cubrebocas de tela, Nava cree ahora que no hay inconveniente en usarlos, y que sólo pueden ayudar a retrasar la propagación de la transmisión. “Si tú y yo estamos en la misma habitación y eso me ayuda o te ayuda a ti, ¿por qué no usar uno?”, se preguntó. “¿Por qué no aplanar la curva?”.
Nava compró y envió máscaras de tela a su familia en el Valle Central. También convenció a su novio, Danny Herrera, un estratega publicitario de 42 años que estaba indeciso al respecto, como para que se cubriera la cara.
El hombre tuvo que insistir mucho a sus parientes en Inland Empire para que olvidaran su escepticismo, tal como él lo había hecho, y usaran cubrebocas. “Tengo mucha familia allí que no estaba muy feliz de ponerse las mascarillas”, reconoció Herrera. “Pero ahora todos lo hacen, y lo han hecho mucho antes de que el condado de Riverside lo exigiera”.
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Carlos Franco, un distribuidor de productos de 29 años y residente de Boyle Heights, se dio cuenta de que tenía que usar una máscara hace tres semanas, en un mercado. “Estaba en la fila para comprar leche y el tipo que tenía delante tosió sobre todo el bolígrafo que todos usamos para firmar los recibos de las tarjetas de crédito”, comentó Franco, cuyo negocio, Elias Produce, está sufriendo duramente durante el bloqueo de actividades. “Desde entonces uso Apple Pay [sin contacto] y una mascarilla, porque no quiero enfermar a nadie”, comentó.
Franco agregó que muchos compañeros de trabajo y clientes asiáticos habían usado cubrebocas durante meses, antes que él creyera en ello. Pero las orientaciones cambiantes de los funcionarios le parecían confusas.
“Una semana decían que debíamos guardar las máscaras para los enfermeros y médicos, y a la siguiente, los expertos y los medios decían que los cubrebocas no eran efectivos”, comentó.
Durante muchos días, Franco ha presionado a familiares y amigos para que usen máscaras para combatir la propagación del coronavirus. “No se sienten incómodos en absoluto. Ahora, cuando yo uso una, eso les dice a mis clientes que me tomo en serio su seguridad”, expresó.
Julissa Rodríguez, de 28 años, lleva un cubrebocas cada vez que sale de su casa, en Van Nuys. Hace dos meses, la representante de campo del asambleísta Adrin Nazarian (D-Van Nuys) nunca habría considerado usar una. Sin embargo, cambió de opinión cuando el gobernador Gavin Newsom emitió su orden de quedarse en casa, el 19 de marzo pasado, que cerró negocios no esenciales. A partir de ese momento, entendió la importancia del COVID-19 y detectó un cambio dentro de su vecindario. “Ese fin de semana, en todo el Valle vi a miembros de la comunidad Latinx, que juegan un papel muy importante en la economía informal, vendiendo máscaras por $5 en muchas esquinas”, comentó Rodríguez. “La distribución de estos artículos y su disponibilidad llevaron a muchas personas a cambiar de opinión”.
Alguien que necesitó más convencimiento fue el padre de Rodríguez, de 64 años. “Mi papá me decía: ‘Soy invencible’, ‘Estoy bien’ y ‘Nada me va a pasar’”, comentó ella. “Le dije que no se trataba de él. Se trataba de proteger a mi madre, a mí y a todos en casa. Después de eso, lo entendió”.
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