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Un veterano estaba sin hogar. Otro administraba un refugio. Ambos, ahora viven para ayudar a las personas sin hogar

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Daniel Ornelas, un empleado de la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar, examina los terrenos del campus de VA en West L.A. durante el conteo anual de personas sin hogar.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)

Daniel Ornelas, un empleado de la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar, examina los terrenos del campus de VA en West L.A. durante el conteo anual de personas sin hogar.

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Para Dale Wilson, realizar el conteo anual de personas sin hogar del condado de Los Ángeles fue una especie de regreso a casa.

El edificio 257 en el campus del Departamento de Asuntos de Veteranos de EE.UU (VA) en West Los Ángeles es donde terminaron los tres años que vivió en las calles, en gran parte sumido en la adicción. El veterano del Ejército finalmente decidió que había pasado bastantes años en la cárcel y demasiado tiempo disculpándose con su hijo, también veterano del Ejército.

Así que Wilson fue a ese edificio, que sirve como Centro de Bienvenida para Veteranos, consiguió una cama del refugio y se liberó de su adicción. Eso fue hace casi ocho años.

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Ahora el hombre de 60 años, con tatuajes y una sonrisa amplia y amigable sin algunos dientes, vive con su esposa en un departamento en Bellflower. Él además es un trabajador social para la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar de Los Ángeles.

Wilson reconoce que el VA le salvó la vida.

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El empleado de la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar, Daniel Ornelas, examina el campus del VA.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)

“Me han encarcelado. Cuento con dos ofensas judiciales. No debería tener este trabajo”, dijo Wilson. “Por lo menos estoy retribuyendo algo de lo mucho que recibí. Necesitaba una enorme ayuda para salir de la situación en la que me encontraba. Realmente lo requería”.

La disminución abrupta de la falta de vivienda entre los veteranos en los últimos años ha servido como una esperanza para los funcionarios de California que buscan desesperadamente estrategias para sacar a la gente de las calles.

Había 3.878 veteranos sin hogar en Los Ángeles en 2019, que era la mayor cantidad en el país. Ese número es relativamente igual en comparación con el 2018, pero ha bajado drásticamente desde 2017.

A diferencia de la mayoría de las franjas del condado de Los Ángeles, donde más de 7.000 voluntarios se repartieron durante tres días esta semana para recopilar información para el recuento de personas sin hogar, el que se hizo en el campus de VA fue realizado por trabajadores sociales y profesionales médicos del departamento, junto con empleados de LAHSA, como Wilson.

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Desde la izquierda, los empleados de la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar, Daniel Ornelas, Enrique Martínez y Dale Wilson, coordinan con el director clínico de VA, Anjani Reddy, al centro.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)
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Dale Wilson en el campus de VA para participar en el recuento.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)

El recuento se ha convertido en un ejercicio cívico para sensibilizar a las personas sobre la crisis que se vive en las calles de Los Ángeles.

El miércoles, Wilson y Daniel Ornelas, otro trabajador de divulgación de LAHSA, se unieron a una docena de personas en una pequeña habitación en el Edificio 257. El Dr. Anjani Reddy y Enrique Martínez, ambos de LAHSA, le explicaron al grupo cómo transcurriría la noche.

Reddy los dividió en cinco grupos de tres o cuatro, y les dijo que recorrieran los 388 acres del campus: un laberinto de edificios, estacionamientos e incluso un campo de golf.

Se sabe que los veteranos sin hogar duermen en sus autos, y a veces encuentran pequeños rincones y grietas en los edificios para acostarse. Hay un estacionamiento seguro que ha visto aumentar el número de personas que se refugian en él en los últimos años.

Martínez explicó que los grupos sólo estaban haciendo un recuento pero no se esperaba que interactuaran con las personas que encontraran.

Explicó que el recuento se lleva a cabo durante el invierno porque los refugios tienden a estar llenos, por lo que es más fácil y preciso contar a las personas que están dentro. El recuento también se realiza por la noche porque la gente tiende a estar en movimiento durante el día. Así que salir después del anochecer tiene más sentido.

“Gracias a todos los que han ayudado y gracias por todo lo que hacen”, les dijo Martínez.

Luego se unió a Ornelas y Wilson, y el grupo partió, iluminando los alrededores con sus linternas. Buscaron signos de vida: basura o agujeros en una cerca cercana.

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Daniel Ornelas inspecciona una valla rota.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)
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Daniel Ornelas estudia el campus de VA.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)

Ornelas, quien pasó casi 30 años en el Ejército, una vez manejó un refugio para personas sin hogar en Skid Row.

“Observemos bien”, dijo. “Comiencen por el campo y regresen por esta dirección”.
Caminaron a través de las laderas cubiertas de vegetación y jardines cerca del estadio Jackie Robinson, donde juega el equipo de béisbol de UCLA. El sonido de un bat metálico resonó en una jaula de bateo cercana.

Ornelas caminaba con el paso decidido de un hombre que había pasado años marchando, y Wilson y Martínez a veces luchaban por mantenerse al ritmo. Después de 90 minutos, regresaron al punto donde comenzaron.

No vieron tiendas de campaña ni desamparados. Pero en el estacionamiento, contaron cinco vehículos recreativos que parecían tener gente adentro. A veces era difícil saber si una persona sin hogar era propietaria de la camioneta o si sólo era un vehículo en el que el VA solía transportar a los pacientes.

Otros grupos contaron docenas de personas sin hogar y muchos vehículos que parecían estar habitados.

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Daniel Ornelas se detiene para contar los vehículos recreativos.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)
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Los trabajadores buscan personas sin hogar.
(Robert Gauthier/Los Angeles Times)

Los cálculos siempre son algo subjetivos, pero se convertirán en parte del cómputo del condado de cuántas personas viven en las calles, automóviles y vehículos recreativos.

De vuelta en el edificio 257, Ornelas y Wilson saludaron a otros participantes y conversaron con los trabajadores sociales y los médicos que se habían unido al conteo, pero que ahora volverán a sus trabajos diarios.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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