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Esta abogada de inmigración comprende a sus clientes. Ella también es indocumentada

Lizbeth Mateo
Lizbeth Mateo, una abogada de inmigración que también es indocumentada, es fotografiada camino a la corte en el centro de Los Ángeles. “Soy una contradicción andante”, dice ella.
(Al Seib / Los Angeles Times)

Ningún abogado podría entender a sus clientes inmigrantes mejor que Lizbeth Mateo

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El viernes por la mañana, la abogada Lizbeth Mateo fue a la corte de inmigración en el centro de Los Ángeles para representar a un cliente con el que tiene algo en común.

Ambos son indocumentados.

Mateo vestía un traje azul marino, llevaba una carpeta llena de registros judiciales y se presentó ante el juez de inmigración que realizaba una audiencia. No tiene protección contra el arresto y la deportación al igual que cualquiera de sus clientes, pero eso no es algo en lo que piense en el trabajo.

Maniobras políticas cínicas causaron un daño enorme, pero no pudieron detener el progreso, una perspectiva que vale la pena recordar en nuestros tiempos turbulentos

Mateo explicó al juez que su cliente, un hombre de mediana edad que ha vivido en EE.UU durante tres décadas, tiene una hija que se está convirtiendo en ciudadana naturalizada y ha aceptado patrocinar a su padre. El hombre también tiene un caso de asilo pendiente desde hace mucho tiempo.

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El juez, cuyo calendario está lleno, fijó una fecha en la corte para el próximo enero. La cartera de casos en California era de 178,000 en noviembre pasado, con más de 1 millón de casos acumulados a nivel nacional.

Mateo dice que su propio estatus no aparece en la corte, y nunca está segura de si los jueces u otros abogados saben que la mujer inteligente y pulida de 34 años no tiene un estatus legal.

“Soy una contradicción andante”, me había dicho Mateo un día antes en su despacho de abogados de Wilmington.

Había oído hablar de Mateo y decidí que sería un buen momento para visitarla. Con Donald Trump en la Casa Blanca y un año de elecciones sobre nosotros, la inmigración seguirá siendo el centro del debate político nacional en 2020. Y California continuará siendo ridiculizada por los críticos como un carnaval de liberales proinmigrantes.

Un lugar donde alguien indocumentado puede ser abogado, gracias en parte a un fallo de la Corte Suprema del estado en 2014.

E incluso servir en una comisión estatal.

“Mientras Donald Trump se centra en los muros, California continuará concentrándose en las oportunidades”, dijo Kevin de León en marzo de 2018 cuando, como presidente del Senado pro tempo, nombró a Mateo para un puesto no remunerado en un comité asesor estatal que estudia formas de ayudar a los estudiantes con pocos recursos a que vayan a la universidad.

De León dijo en ese momento que Mateo “encarna los valores de California y el sueño americano”, y la llamó “una joven valiente, decidida e inteligente que bajo un gran riesgo personal se ha dedicado a luchar por aquellos que buscan el lugar que le corresponde en este país”.

Dos personas recibieron muchas criticas por esa designación.

“Recibí amenazas de muerte, todo”, dice De León, quien ahora se postula para el concejo de Los Ángeles.

Sin embargo, asegura que todavía apoya a Mateo, y que ella está “viviendo el coraje de sus convicciones” al hablar sobre su estatus en lugar de esconderse en las sombras.

Lizbeth Mateo dice que su propia situación migratoria no se discute en la corte, y nunca está segura de si los jueces u otros abogados saben que no tiene estatus legal.
Lizbeth Mateo dice que su propia situación migratoria no se discute en la corte, y nunca está segura de si los jueces u otros abogados saben que no tiene estatus legal.
(Al Seib / Los Angeles Times)

“Hubo algunas personas que se mostraron realmente molestas y que dijeron cosas desagradables”, manifestó Mateo, cuyos críticos la encontraron en las redes sociales y llamaron a su oficina con diatribas y amenazas físicas. “Afirmaron que ICE vendría, que iban a denunciarme y esperaban que Trump enviara al Ejército”.

Pero Mateo no es del tipo que se asusta fácilmente, y su historia ayuda a explicar su espíritu.

Ella creció en un momento y lugar, en el sur de México, en el que pocas mujeres fueron a la universidad, pero estaba decidida a romper esa cadena. Algunas de sus tías intentaron guiarla hacia la cocina y la fabricación de tortillas, pero estaba más interesada en pasar el rato en la biblioteca.

En sexto grado, una maestra le devolvió un examen de matemáticas y le dijo a Mateo que lo había reprobado. Se estaba alejando cuando la maestra le preguntó si realmente creía que había respondido mal.

No, dijo Mateo. Y ella tenía razón.

“Cuando alguien te dice que algo está mal y sabes que está bien”, recuerda Mateo que le dijo la maestra, “tienes que defender tu trabajo”.

En su corazón, incluso a una edad tan joven, sabía que quería ser abogada.

Tenía 14 años cuando sus padres decidieron arriesgarse a cruzar la frontera en busca de mayores oportunidades para Mateo y sus dos hermanos.

Ella dice que contaban con muchos parientes en California, algunos de ellos aquí legalmente. Tenía la impresión de que el plan era que sus padres ganaran algo de dinero y luego se mudaran a casa dos años después.

Pero se quedaron. Lizbeth fue a Venice High, luchó con el inglés, no podía entender a L.A. y se sintió miserable al principio.

“No podía soportar estar en la escuela, no entendía las cosas y me sentía aislada y muy estúpida. En México, era extrovertida y siempre levantaba la mano y respondía las preguntas”, dijo Mateo.

María Peniche, a la izquierda, Lizbeth Mateo y Adriana Gil Díaz -quienes organizaron una arriesgada protesta con otras cinco personas en la frontera entre Estados Unidos y México en 2013- saludan a los organizadores de los derechos de los inmigrantes en Tucson poco después de que funcionarios federales los liberaron de un centro de detención.
(Cindy Carcamo / Los Angeles Times)

“Recuerdo que un día llegué a casa llorando y le dije a mi madre que quería volver a Oaxaca y vivir con mi abuela. Ella contestó que estaba bien, te enviaremos de vuelta si eso es lo que quieres. Pero hay que esperar porque no tenemos dinero”.

Pero ella aguantó, con su padre diciéndole que la escuela era lo único que importaba, y en poco tiempo estaba tomando clases para asistir a la universidad. Sintió que su corazón se rompía cuando se dio cuenta de que sus opciones universitarias podrían estar limitadas porque era indocumentada, y consideró brevemente alistarse en la Marina de EE.UU.

Pero después de asistir a Venice High fue a Santa Monica College, luego obtuvo un título en Cal State Northridge, sólo para volver a desanimarse cuando descubrió que sus perspectivas laborales y las oportunidades de graduarse en la escuela estaban limitadas por su estado migratorio.

“Durante mucho tiempo estuve enojada y con mucho resentimiento”, dijo Mateo, pero ella canalizó toda esa energía en una causa. Se unió a otros estudiantes indocumentados para presionar por la condenada ley del Dream Act, que habría proporcionado un camino a la ciudadanía para los jóvenes indocumentados que fueron traídos a Estados Unidos cuando eran niños.

Lizbeth Mateo, a la izquierda, quien realizó una arriesgada protesta fronteriza con otras ocho personas en la frontera entre Estados Unidos y México en 2013, comparte una sonrisa con Benito Miller Deale en Tucson, minutos después de que fue liberada.
(Cindy Carcamo / Los Angeles Times)

En 2013, Mateo y otros ocho activistas, conocidos como Dream 9, llegaron a los titulares de los medios al viajar al sur de la frontera y luego regresar a EE.UU para protestar por la política migratoria y 9 millones de deportaciones durante la administración de Obama.

Algunos activistas de la reforma migratoria los vitorearon, mientras que otros temieron que la táctica pudiera sabotear las posibilidades de una reforma. Mateo y los demás fueron arrestados y Mateo fue encerrada durante dos semanas antes de ser liberada nuevamente en Estados Unidos. Justo a tiempo para que ella comenzara las clases en la Universidad de Santa Clara, donde había sido aceptada en la facultad de derecho.

El primer año de la facultad de derecho puede ser brutalmente difícil, dijo la profesora Michelle Oberman, quien impartía la clase de derecho contractual de Mateo. La maestra recuerda que Mateo no estaba segura de que la escuela de leyes fuera para ella a pesar del deseo de “buscar justicia”, como si fuera su obligación moral.

“Tenía un nivel de determinación que es muy raro e inspirador y... lo sorprendente fue que lideraba a otros”, dijo Oberman. “Ella es mi heroína y en este día de grandes egos está bastante centrada.... Todo por el servicio a los demás y no acerca de ella. Eso es lo más impresionante”.

Mateo obtuvo su título de abogada, pasó el examen de la barra, trabajó en una organización sin fines de lucro que defiende a inmigrantes que son víctimas de robo de salarios, y abrió su propia oficina de abogados en Wilmington hace dos años, donde aproximadamente un tercio de sus casos involucran la inmigración.

La Ley de los Dreamers nunca prosperó, pero DACA se convirtió en ley bajo el presidente Obama en 2012. En un giro irónico, la solicitud de Mateo para la protección de DACA fue denegada porque había dejado el país para participar en la protesta de los Dream 9.

Luis Ángel Reyes Savalza, el abogado de San Francisco que ha representado la lucha de Mateo por la protección de DACA, es indocumentado. Pero tiene la protección de DACA y dijo que sólo conoce a otro abogado en Estados Unidos además de Mateo que es indocumentado y no tiene protección de DACA.

“Cualquiera de nosotros bajo protección de DACA se lo debemos a Lizbeth y al movimiento”, dijo Reyes Savalza.

Le pregunté si temía que en este clima político febril, Mateo pudiera ser deportada.

“No diría que me preocupo por ella, más bien diría que estoy muy inspirado por ella, quien ha inspirado a muchos otros con su franqueza y activismo”, dijo Reyes Savalza. “Creo que Mateo está tomando un riesgo muy calculado, y eso habla del tipo de persona que pone a la comunidad primero”.

Mateo me dijo que no estaba sorprendida por el enfoque de Trump, como candidato, sobre las personas que viven ilegalmente en Estados Unidos, o en culpar a los inmigrantes por algunos de los problemas del país. Sin embargo, estaba decepcionada por los candidatos demócratas que no respondieron con más fuerza.

Quiere creer que algún día habrá una vía hacia la ciudadanía para personas como ella, gente que ha luchado, contribuido y soñado. Ella desea pensar que tiene un futuro aquí, donde ha vivido la mayor parte de su vida.

Es posible que Estados Unidos no sea perfecto, dijo Mateo, “pero brinda oportunidades. Tanto es así que alguien como yo, que vino de un pequeño pueblo de Oaxaca, con padres que sólo terminaron el sexto grado, pudo llegar y convertirse en una abogada”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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